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F.J.B.

Con un par. Victoria muy guapa del Teruel y a apretar los dientes para que haciendo honor al legendario Luis Aragonés volvamos a ganar, ganar… y volver a ganar. ¡Ea!, de la mítica frase ya tenemos despejada la primera ecuación. Ganar al Ebro por 4-1. Ahora nos queda ganar… y volver a ganar, aunque sería más conveniente para la salud de los forofos turolenses que en Cornellá anduvieran las cosas ya resueltas. Porque de esta, más de uno ha de requerir un bypass coronario con sustitución de válvula mitral, cateterismo cardiaco y angioplastia en el corazón. ¡Coño, que ataque de nervios! 

No gana uno para aflicciones. Y conste que mi suegra había resuelto la cosa encomendándose al santoral completo, incluido San Drausino, patrón de los invencibles. Por ahí tengo la relación completa del martirologio que me pasó el domingo justo antes del partido. Hasta San Drogón y San Simeón El Loco tuvieron su rosario. Claro que digo yo, así como el que no quiere la cosa, que esta gente tendrá menesteres más elevados a los que atender. Yo por si acaso dejo para mi suegra los acuerdos y negociaciones con el trono celestial, con el que por cierto anda muy bien avenida, y propongo otros favores y amparos para la noble causa del Club Deportivo Teruel. Las estrellas. En eso lo tenemos fácil. Basta con que un par de aficionados a la cosa echen un rato en el Observatorio Astrofísico de Javalambre y busquen la constelación que nos ilumine. Venga… más gente. ¿El Torico? Pues no está mal tan insigne amparo. El toro es un animal noble, bravo, codicioso y fuerte, características que en algo han de ayudar a pegarle un repaso al Olot y llegado el caso al Cornellá. Pero es que además en ese bronce andan metidos sentimientos, identidades, empeños y quereres. No es mal auxilio para causa tan noble.

Claro que a fuerza de ser sinceros y confiándonos a lo más terrenal y transitorio, aquí los que cuentan de verdad son San Dani Aso, San Valera o San Dieste, entre otros virtuosos y bienaventurados. Y luego una legión de discípulos que ocupen el ancho y largo del estadio para que el domingo las fuerzas del mal no nos acogoten. Lo del mal dicho sin acritud. Si es verdad que al que cree se le promete la salvación pues yo creo. 

Ahora que cada cual se encomiende a su credo más particular y negocie una ayudita en forma de gol. Solo se trata de eso porque al final está el paraíso y la salvación. ¡Casi nada lo que se promete!