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Revolución por correo Revolución por correo

Revolución por correo

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Juan Corellano

He de reconocer que merendarme dos elecciones de una sentada se me ha hecho un poco duro al final. Entre tanto cartel de farola, debate televisivo y buzoneo de panfletos tengo un empacho democrático que me va a costar digerir unos cuantos días. 

Sin embargo, el otro día me di cuenta de que hay gente que ha sufrido el curso de estas dos elecciones mucho más que yo.

Estaba esperando para votar a distancia por segunda vez en una cola serpenteante que nada tenía que envidiar a la del Dragon Khan. 

Entonces fue cuando mi mirada de desazón se cruzó con la de un trabajador de Correos, que sin utilizar palabras me vino a decir algo así: “chaval, no te quejes tanto que nosotros lo estamos pasando peor que tú”. 

Al instante le comprendí y me apiadé de él y todos sus compañeros. Deben de haber sido unas intensas y duras semanas llenas de “¿y entonces en el sobre pongo mi dirección de Benalmádena o la de aquí?”, “¿esto me llega a casa o como funciona la cosa?” y “si solo he ido a la esquina a por el pan, es imposible que se me haya pasado el turno”. 

Tras estas segundas elecciones del año, resulta fundamental que nuestros representantes consigan aunar posturas y formar gobiernos estables que eviten unas posibles nuevas elecciones. 

No lo digo por tranquilizar los ánimos de la sociedad en general, que también, sino para evitar el descontento de todos los trabajadores de Correos.

Habrá quien me tilde de conspiranoico, pero lo cierto es que en las Elecciones Generales del pasado mes se registró la segunda cifra de voto por correo más alta de nuestra historia. 

Esa gente tiene en sus manos más de un millón de votos en cada elección y han servido diligente y profesionalmente a todos sus conciudadanos durante las largas semanas de comicios. 

Si ahora les fallamos, la próxima revolución llegará desde Correos. Aquí lo leísteis primero.