Síguenos
Por el mundo Por el mundo

Por el mundo

banner click 244 banner 244
Raquel Fuertes

Salí del pueblo con apenas 10 meses en una cuna de barrotes montada en la parte de atrás de un “dos caballos”. Después de ese primer viaje, siempre me ha gustado salir, ver, conocer otros lugares y costumbres. Descartado el “dos caballos”, tampoco es preciso coger un avión para eso.

A veces es suficiente con cruzar un par de pueblos, o un par de provincias si se es más exigente, para ver que hay otras formas de hacer y ver las cosas, descubrir nuevos paisajes que se salen de nuestro confortable escenario de diario y, por fin, constatar que no todo es esto.

Siempre he pensado que si fuese rica dedicaría mi tiempo libre a viajar (ya son dos deseos: tiempo y dinero, complicado, más con la necesaria salud para disfrutarlo). Aparte de leer, no hay nada que pueda aportar más cultura y enriquecernos más.

¿Qué a qué viene esto? Pues a que este domingo, después de votar a las europeas sin mucho entusiasmo (más por deber democrático que por convicción, como viene siendo habitual) me puse a gestionar maletas (unas recién deshechas, otras para hacer) y en el descanso no se me ocurre otra cosa que poner “Españoles por el mundo”.

Francamente, un ejercicio para aumentar la ansiedad en gente como yo porque cuantos más rincones ves más te das cuenta de cuántos te quedan por descubrir. Viene a ser como hacerse mayor: cuanto más tiempo pasa más consciente eres de que, aun sabiendo mucho más que antes, cada vez te queda más por saber.

Cada vez que alguien sale a contar su experiencia lejos de este país hay una extraña mezcla entre aventura, ilusión, nuevos comienzos y nostalgia por lo que se dejó atrás. Es cierto que muchas veces los viajes nos refuerzan el amor por lo que tenemos y que de pura costumbre hemos dejado de valorar. Y vivir lejos de lo que hemos designado como hogar tiene también sus momentos para la tristeza y el recuerdo.

Pero hay que intentarlo. Y ver que esto está bien, pero que hay otras opciones y que nadie viene a traértelas aquí. En definitiva, que para poder regresar, primero hay que marcharse, ver qué hay por el mundo y, después, decidir dónde está ese hogar al que queremos volver.