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El destino El destino

El destino

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Toni Fernández

Hoy voy a contar una historia que ocurrió el pasado sábado. Vaya por delante que no creo demasiado en el destino, ese poder sobrenatural que guía la vida humana y donde ya todo parece escrito.  El caso es que teníamos por delante una jornada de playa en familia, no era un día muy apacible, sol pero con bastante aire, no hacía calor excesivo, y bandera roja ondeando con mucho oleaje en el agua. En la playa no mucha gente, se podía disfrutar en la arena y en la orilla, eso para los peques es más que suficiente. 

Tras la comida, los niños que teníamos al lado y que habían estado jugando en la mañana con mis pequeños campaban a sus anchas, dos mellizos de 8 años y uno de 5, sus abuelas se habían quedado dormidas en un plácida siesta. Subían por las rocas (en el espigón de la playa del Puerto de Sagunto) con el consiguiente peligro que conlleva en un día de mar ajetreado, se adentraban más de lo que debieran en el mar, pero nadie les controlaba. En un momento determinado los dos mayores vinieron corriendo y gritando: Mi hermano se ahoga… Levantamos la mirada y el pequeño estaba muy adentro, luchando contra unas terribles olas. Fuera camiseta y fuera gafas, a correr y a nadar a por él. No me costó mucho llegar, pero tengo en la memoria, grabada a fuego, la imagen del niño a punto de hundirse del todo, con los ojos desesperados que se tornaron en esperanza al verme en medio de las olas.

Lo pude agarrar, me di cuenta entonces de que incluso para un adulto no era fácil salir, así que con él intenté nadar hacia la orilla. Una gran ola nos cubrió a los dos y, casi sin tiempo para coger aire llegó otra, agua a montón para el estómago y sensación de ahogo y ansiedad. Después de esta ola hubo un respiro que nos permitió coger algo de aire e intentar acercarnos a la orilla. Un par de grandes olas más que nos volvieron a cubrir por completo, un poco de lucha y pude comprobar que ya hacía pie. Lo peor había pasado. Llegando a la orilla, Máximo, de 5 años, me miró y me dijo: “Gracias, señor, yo no me quería morir” … Me rompió el alma. La gente comentaba que el destino había querido que pasara eso y que yo estuviera ahí.  

Estamos a las puertas del verano, así que papás y mamas, abuelos y abuelas, y familias en general con niños a su cargo: en las piscinas y playas, mucha precaución, porque el destino, si existe, puede ser muy cruel.