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Elena Gómez

Decía Einstein que si juzgas a un pez por su habilidad para trepar árboles, vivirá toda su vida pensando que es un inútil. Sin embargo, hoy en día el éxito se mide de modo uniforme para todos aunque cada individuo de este planeta tenga capacidades diferentes. Por eso a muchos no nos gusta el término discapacidad, ya que lo que de verdad nos debería llevar a triunfar en la vida es el afán de superación personal.

Eso es lo que hace mi amigo, Antonio Pérez, deportista que no se rinde al paso del tiempo y a las adversidades. Lo conozco hace tiempo y siempre lo recuerdo explorando los límites de nuevos horizontes en ese mundo que le hace sentir más vivo. Ciclismo, escalada, atletismo… da igual la disciplina a la que se dedique, continuamente se supera a sí mismo.

Con 42 años, Antonio es campeón de Europa de triathlon en su categoría. El fin de semana pasado terminó su octavo Ironman en Vitoria 3,86 km de natación, 180 km de ciclismo y 42,2 km de carrera a pie en menos de 17 horas y, una vez más, nos emocionó por su esfuerzo y tesón a la hora de lograr sus propias metas. 

No ganó la prueba en términos absolutos, pero para nosotros, los que le queremos, es un campeón. Porque nos transmite un mensaje esencial: se puede conseguir lo que parecía imposible y disfrutar mientras tanto del camino. Cuando llegó a meta y se abrazó a su familia llorando, muchos comprendimos que Antonio ha conseguido el éxito personal en lo que más le gusta.

Hace unos días alguien me repetía por enésima vez que soy una gran luchadora y un ejemplo de superación. No suelo darle importancia a esa frase, entiendo que cada uno vive sus circunstancias como puede y procura ser mejor dentro de sus propias limitaciones. 

Pero cierto es que soy incapaz de quedarme en el sitio, donde mi enfermedad pretende obligarme. Así que procuro cada día alcanzar pequeños triunfos personales que, vistos desde fuera, pueden parecer insignificantes pero que a mí me saben a gloria. 

Quizá Antonio y yo no seamos tan diferentes…