Síguenos
Apedreando perros Apedreando perros

Apedreando perros

banner click 244 banner 244
Cruz Aguilar

No sé vosotros, pero yo me pego once meses al año esperando las vacaciones. No porque no me guste mi trabajo, ni porque no tenga ganas de escribir, que casi siempre tengo, sino porque necesito respirar el aire del verano, ese que huele a calor y paja. Es como si desde septiembre hasta el verano siguiente me fueran quitando cada día un poco más de oxígeno y luego en agosto y en mi pueblo lo pudiera recuperar todo a grandes bocanadas.
No soy demasiado exigente con mis días de asueto. La verdad es que me conformo con bastante poco. Calor, piscina, algún libro de asesinatos, cañas y amigos. Ya está. Pero he de decir que, aunque no sean muy elevadas, verano tras verano se van cumpliendo mis expectativas. 
El otro día decía Javier Lizaga que tener pueblo está sobre valorado. En mi caso es posible que tenga razón, porque mis días en el pueblo a veces se reducen a sentarme en la puerta a ver pasar a la gente, que tampoco es mucha ni da para un catálogo, ni de moda ni de otra cosa. 
Me siento un poco menos rara porque veo que mi interés por estar apedreando perros en el pueblo (esto es una frase hecha, los animalistas miren hacia otro lado) es compartido con muchos otros. Somos los que nos tenemos que conformar con estar ahí solo en vacaciones, pero nos gusta compartirlas con los que mantienen nuestras raíces vivas. 
Había hace unos días un cartel circulando por Facebook en el que recalcaba que los pueblos viven por sus habitantes de todo el año y no por los veraneantes. La frase es muy acertada, pero salvo algún iluminado de estos que se piensan que el pueblo gira solo cuando él está, los demás lo tenemos claro. 
Tenemos tienda porque hay personas en invierno que mantienen, con sus compras, los gastos mínimos del propietario. El bar hace caja en verano, pero el goteo de los meses invernales es clave para que el negocio se sustente. Los veraneantes también somos importantes, así que tomemos nota y hagamos gasto, que el señor Roig no necesita enriquecerse más, pero a nosotros el colmado de la esquina nos hace un papelón.