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Fernando Arnau

Hago mío el argumento de Muerte en Venecia, de Thomas Mann… Gustave von Aschenbach, el escritor y poeta que une su peripecia vital a la de una ciudad enferma por el cólera, queda trastornado por un bello efebo que Visconti, una vez más desde su sensibilidad transgresora y reivindicativa, que en eso estamos estos tórridos días, reflejó en su película homónima al trasladar la perfección de rasgos exquisitamente detallada en la novela, encarnada en la pantalla por el adolescente actor Bjorn Andresen. Rasgos, rizos y hasta la debilidad dental del muchacho como contrapunto de una perfección física sublime, desestabilizadora de una sensibilidad madura curtida a base claudicaciones intelectuales para ganar el mercado mayoritario.
Tal vez de forma inconsciente el atuendo a rayas marineras que Mann no escatima, y con el que Visconti forma un icono inconfundible, libera a Tadzio, el zagal con hermanas monjiles, de los cánones clásicos y lo hace creíble para el cine. El calor de estos días pone en situación del brutal siroco, en su reproducción del irrespirable clima que presagia la morbosidad de la ciudad de los canales, la muerte no reconocida por las autoridades del momento. Un argumento extrapolado en la Europa de hoy, por algunas sensibilidades que temen que el dominio absoluto de la tecnología, de la mano de los poderosos mercaderes: “…el autor de El Miserable, que, en forma tan ejemplarmente pura, había adjurado de la bohemia y de las profundidades turbias, denegado su simpatía al abismo y abominado de lo abominable; el escritor encumbrado que, superando su propio saber y emancipándose de toda ironía, se había habituado a los compromisos impuestos por las masas; el artista de fama oficial…”
Pero es en el ámbito de la sensibilidad creadora, en el que la novela pone el acento, y la belleza del adolescente perfecto, divino de la muerte, con perdón, trastorna al veterano artista interpretado por Dirk Bogarde, un clásico del cine de autor.
“De ahí que renunciemos al conocimiento; pues el conocimiento, Fedro, carece de dignidad y de rigor: sabe, comprende, perdona, no tiene forma ni postura algunas, simpatiza con el abismo, es el abismo”.
Las sugerencias vienen de lejos, pero estamos como siempre…