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Francisco Herrero

Ha llegado el mes de agosto y ciertas personas vuelven a mi vida. Gente que me pregunta de nuevo si no me aburro en el pueblo, un lugar inhóspito donde no hay nada que hacer, nadie a quien ver, ningún motivo de peso para establecer la residencia. Suelen compadecerse por mi extraño estilo de vida, tan alejado del frenético ritmo de las grandes urbes. La mirada que me clavan encierra mucha pena. Pena por mí, claro. Vienen, relatan su interesante existencia y desaparecen. Hasta el mes de agosto siguiente.
Suelo corregirles justificando que la vida rural es más que apasionante. Da igual. Nunca les convenceré. Ni garabateando cientos de columnas semanales, diarias u horarias.
Quién iba a imaginarse que seguiría escribiendo en este espacio casi un año después. Ahora hace doce meses que aparecí por primera vez en este diario como personaje rural, como ejemplo positivo. He tecleado miles de palabras mostrando lo bueno del campo de esta provincia y, por qué no, he criticado lo que me parece que puede mejorarse. Me he repetido más que el pepino de la ensalada. Y sigo escuchando los mismos mensajes compasivos. Estoy condenado a vivir siempre en el mismo ciclo, cansino en muchas ocasiones. Repetir una y otra vez. Sin embargo, a partir de ahora voy a romper.
Voy a dar la razón. Quedarse en el pueblo es un fracaso vital. Si no, de qué íbamos a estar una población tan escasa. Yo mismo me encierro en casa y espero pacientemente a que llegue el final. Acostumbro a encender la televisión y ocupo largas jornadas frente a la pantalla. Es mi único entretenimiento. 
De vez en cuando compro algo por internet y lo devuelvo a los pocos días solo porque el chaval de reparto me haga una visita fugaz. Las pocas relaciones personales son a través de redes sociales gracias a una red de internet deficiente. Y cuando me pongo enfermo me fío de los remedios naturópatas, ya que el médico nunca viene al consultorio.
Si eres del grupo orgulloso de la vida urbana y quieres que te siga la corriente, lo has conseguido. Después de todo, no voy a poner ya más palos a la rueda.