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Un campo de trabajo juvenil levanta su segunda casa de adobe en el poblado de El Cabo Un campo de trabajo juvenil levanta su segunda casa de adobe en el poblado de El Cabo
Reconstrucción de la casa del Herrero

Un campo de trabajo juvenil levanta su segunda casa de adobe en el poblado de El Cabo

El parque arqueológico de Andorra sirve de punto de encuentro para 20 jóvenes de entre 15 y 17 años
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El parque arqueológico de El Cabo de Andorra ha visto levantada en los últimos días una nueva casa, la del Herrero, realizada con adobe y vigas de madera. Esta edificación, así como la reparación de paredes de otras viviendas recreadas, es obra de los 20 jóvenes de entre 15 y 17 años que integran el campo de trabajo nacional que por tercera edición ayuda a reconstruir este poblado del siglo V antes de Cristo trasladado desde una mina hasta el cerro de San Macario. 

La tercera fase de este campo de trabajo juvenil dejará una nueva casa íbera adosada a la de la Sacerdotisa, realizada durante el verano de 2018. En su elaboración participan jóvenes de Aragón, Cantabria, Madrid, Albacete, Cataluña, Navarra y Murcia, dirigidos por la asociación Alcorisa 3 en Raya que se llevó la concesión del Instituto Aragonés de Fomento y que colabora con el Ayuntamiento de Andorra en esta iniciativa.

Con este campo de trabajo se pretende “sensibilizar, formar y educar a jóvenes interesados en la recuperación de entornos naturales y dar respuesta a sus inquietudes como ciudadanos preocupados e implicados culturalmente en la sociedad de nuestro tiempo”, explicó la directora del campo, Reyes Belenguer. Los adolescentes descubren la aportación del pueblo íbero, que además de dar nombre a la península constituyeron “una cultura avanzada para su época” y dejaron “un importante legado arqueológico y variedad de manifestaciones socioculturales”.

20 años de su descubrimiento

Precisamente, este año se cumplen 20 desde que, en 1999, José Antonio Benavente y Fernando Galve descubrieran el poblado en una zona afectada por la explotación minera a cielo abierto Corta Barrabasa, en Andorra. Plantearon el traslado de los restos más importantes al cerro de San Macario, donde el poblado se ha convertido en un parque de arqueología experimental.

El Cabo, habitado predominantemente en el siglo V a. C., tuvo una calle central con unas 50 viviendas, con una superficie media de 25 metros cuadrados cada una. También tuvo recinto amurallado y espacios destinados al almacén y vivienda de la familia principal. 

Fruto de las licencias que da ser un centro de arqueología experimental, en los últimos años se han reconstruido algunas casas, decoradas en función del oficio de su propietario. En 2018, el campo de trabajo internacional ya levantó la de la Sacerdotisa, y este año ha hecho lo propio con la del Herrero. Como novedad, a la mezcla de adobe –la clásica de arcilla, paja y agua– se le ha añadido cal. 

Los jóvenes se han dedicado también al rejuntado de huecos en otras viviendas. Lo han hecho con la misma masa de los adobes, unos ladrillos en cuya elaboración se ha especializado un grupo de estos chicos y chicas. Los hacen con hormigonera y ponen gran empeño.

Otro grupo pinta con aceite de linaza los elementos de madera del poblado, tanto vallas perimetrales como puertas o vigas. Esto no estaba previsto, pero surgió la idea tras consensuarlo con los voluntarios de la Asociación Cultural Sedetanos de El Cabo, que dinamizan periódicamente el yacimiento con visitas teatralizadas.

Actividades complementarias

Los jóvenes amenizan su estancia y refuerzan sus conocimientos con visitas guiadas a lugares de interés de la zona como el Centro Pastor de Andorra, el Parque Tecnológico Minero de Andorra o las Grutas de Cristal de Molinos, entre otros. 

Como novedad, este año tienen un apartado de cultura musical íbera en el que elaboran flautas y panderetas con piel y madera. Ayer tenían previsto terminarlas. Además, los clanes íberos les enseñan danzas.

Para Belenguer, es fundamental que los adolescentes salgan de su entorno de “móvil, móvil y más móvil; estar en casa o salir de fiesta” para dar un giro a su tiempo libre y participar en actividades como esta en la que se relacionan de verdad con jóvenes de otras regiones. “Hacia el final del campo siempre dicen que ojalá durara más días y que el año que viene volverán, lo cual siempre es gratificante”, valoró.