El Espejo de Tinta. Las sombras de la noche, de Víctor Lacambra
Anduve pensando en la trama nocturna. Tenía todo preparado. La adrenalina y la cerveza desarmaron poco a poco mi cuerpo y quedé adormecido, como si estuviera atado al chester marrón. Los muebles de fina madera y delicado repujado se embebieron del sopor. Me desperté airado. Las once de la noche no era la hora de preparar la cena. Reparé en la pieza de jamón y un cuchillo, ausentes en la mesa de la cocina. Entrambos invitaban a cometer una fechoría. Gaspar no lo notaría por apenas unas cortaditas del jamón. Gaspar, no se iba a molestar. Salí comiendo una suerte de bocadillo con las llaves del coche en una mano y la ilusión de un niño en otra. Gaspar me esperaba a la puerta del bar, no era necesario nada más. Sólo en mi patética soledad, me ajusté a las demandas del momento.