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Y luego Y luego
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Raquel Fuertes

Debería estar escribiendo a estas horas una introspectiva columna sobre el final del verano intentando constatar, una vez más, que el año empieza ahora, que cerramos etapa y se abre todo un abanico de oportunidades y frustraciones, éxitos y fracasos de esos que acaban componiendo esto que llamamos vida. Pero al final la realidad se impone. Y, una vez más, de la forma más cruel. Me he sentido culpable (a buenas horas) por haber llevado dos o tres años un post-it con su nuevo teléfono en el monedero y no haber encontrado nunca el momento para llamarle o ponerle un simple emoticono. En definitiva: no le hice saber que estaba aquí. Siempre había un hipotético “después” que nunca llegó. Porque luego ya no hubo nada.

Ya no está. Y se ha llevado recuerdos de nuestros años de becarios, de Universidad, de confidencias y de echarnos una mano cuando vinieron mal dadas. No olvido que me echó un cable cuando las cosas no iban bien y me buscó para aquel proyecto de libro que tanto disfrutamos.

En las últimas conversaciones ya me contaba que había cosas que no iban bien. Y nuestro gran amigo común, sin perder nunca la discreción que lo caracteriza, me instaba a que le contactara porque se iba a alegrar. En fin, ahora ya solo puedo lamentarme de no haberle llamado, no haberme enterado a tiempo de su marcha para despedirme y no haber pasado más tiempo con él, haberle dedicado más atención. Solo me queda el consuelo de saber que, allá donde esté, estará leyendo estas líneas y sabrá de mi aprecio y mi tristeza (aunque lo segundo le ayude más bien poco). Y que no éramos pocos los que le queríamos y lamentamos su pérdida.

Cuando ocurre algo así pasamos unos cuantos días en los que hacemos más caso a aquellos que queremos y que por circunstancias o enfermedad vemos que son más vulnerables. Por si se van antes de hora. Después, volveremos a nuestra rutina emocional de siempre y ante la premura de una emergencia del sentimiento, pensaremos que siempre habrá tiempo más tarde. Que ahora hay muchas cosas urgentes y que el amigo puede esperar. Gran error.

Sí, lo dejé para luego. Y luego, nada.

D.E.P., Javier.