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El Espejo de Tinta. El gnomo saltarín, de Alicia Royo Marco El Espejo de Tinta. El gnomo saltarín, de Alicia Royo Marco

El Espejo de Tinta. El gnomo saltarín, de Alicia Royo Marco

A Artemio le gusta mirar por la ventana los días de lluvia. Entonces se imagina a doña Blanca enlutada, asomada por el balcón enrejado, y se queda embobado con los seres fantásticos que habitan aquella fachada, de la que apenas le separan tres metros.

Es un niño despierto, de ojos grandes y brazos largos, “el más pito, aunque algo desgarbado”, según su abuela. Vive en el número 5 de la calle Temprado con su madre, dependienta en la farmacia de las Cuatro Esquinas. Algunas veces, las tardes de invierno se le hacen muy largas esperando su regreso apresurado atravesando las calles del Laureado Comandante Fortea, Nueva, Yagüe de Salas y la plaza de la Catedral. Cuando llega de la oficina, como ella siempre le llama, tiene que ocuparse de las tareas de la casa, por lo que no siempre puede prestarle atención. 

Como Artemio no tiene hermanos, a veces se aburre soberanamente y por eso le gusta tanto mirar por la ventana, aunque su calle no es muy transitada y tampoco puede ver mucho más que las fachadas de enfrente de la estrecha calle.