Síguenos
Expectante Expectante
banner click 244 banner 244
Juan Corellano

Una sala de cine a rebosar. De fondo, los susurros de grupos de amigos que ocupan sus butacas. Palomitas como para sobrevivir a la gran depresión y un apocalipsis zombi. Empieza la película. En la pantalla cinco letras: JOKER. 

Esta semana acudí al cine arrastrado por una avalancha de voces que juraban y perjuraban no haber visto una película así en mucho tiempo. Provocadora, inquietante, innovadora… Las críticas acabaron con las existencias de adjetivos. Tenía que ir a verla, aunque solo fuera para poder tener una opinión propia del fenómeno cinematográfico del momento. 121 minutos después yo solo podía pensar: ¿A qué viene tanto alboroto?

Antes de que me cuelguen en la horca, he de aclarar que la película me gustó. Joker es sin duda algo diferente y atrevido. Sin embargo, mi disfrute comedido no se correspondía con la euforia generalizada. Antes de culpar a la película, creo que esta vez fui yo. De nuevo, como tantas veces, me mataron las expectativas. 

Lo mejor en esta vida es no esperar nada en absoluto. Vivir en un estado permanente de inconsciencia y empanamiento que permita que todo te llegue por sorpresa, sin condicionantes. De lo contrario, estamos condenados a la eterna e inevitable insatisfacción que se produce cada vez que descubrimos que las cosas no son como imaginábamos.

Pensamos en una escapada al campo, vacaciones en la playa o un spa. La vida nos devuelve picaduras de avispas del tamaño de un avestruz, andares de John Wayne por las rozaduras de la arena y pseudo infartos al entrar a piscinas con el agua más fría que un polo flash en Laponia. Los planes siempre suenan mejor en nuestra cabeza.

Cada vez estoy más convencido de que las expectativas son un laberinto sin salida. Es prácticamente imposible no esperar nada de la vida. La única solución pasa por disfrutar conscientemente de ese momento de ilusión previo al desastre. De ese plan mental sin fisuras. Del pequeño autoengaño implícito en un ‘verás cómo nos lo vamos a pasar’.  En ese sentido, supongo que la película que yo me monté en mi cabeza me gustó más que Joker. Qué le vamos a hacer, así es el ser humano: siempre expectante ante las expectativas.