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Concursos literarios

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Elena Gómez

Octubre es por excelencia un mes literario. La entrega del premio Nobel de literatura y del premio Planeta en España, son los dos eventos que más debates y cotilleos generan entre los que somos fanáticos del buen leer.

Los galardones otorgados en homenaje a una carrera entregada a la escritura, me emocionan sobremanera. La profesión de escritor no es fácil hoy en día. Muy pocos escritores pueden vivir de su talento en los tiempos que corren, incluso los más consagrados suelen tener actividades alternativas que les reportan el sustento necesario para vivir. Por eso, es necesario y conmovedor el reconocimiento a aquellos que han dedicado toda una vida expresando sus pasiones y su visión del mundo a través de las letras, provocando emociones y creando ideas. No obstante, como escritora amateur, tengo sentimientos encontrados ante los concursos literarios. 

Por un lado, me he presentado a multitud de ellos y he ganado alguno muy discreto. Creo que a un nivel de principiante, el concurso te permite soltarte, aprender de tus propios errores y te obliga a mantener una rutina constante.

Por otro, estos grandes concursos, con una importante proyección social y dotados con mucho dinero, son frustrantes para aquellos cuyo sueño es destacar mínimamente en este mundo. No es una cuestión de gustos -es evidente que celebré de forma pública el triunfo de Javier Sierra cuando ganó su merecido premio Planeta- sino de aceptar que, certamen tras certamen, siempre gana un nombre de reconocido prestigio.

El martes pasado, Javier Cercas declaró, al recoger su galardón, que jamás se había presentado a un certamen literario. Cercas es uno de los más grandes escritores que tenemos en este país, no necesita demostrar nada. Y sin embargo, resulta chocante que gane a la primera el premio mejor dotado de las letras hispánicas. Porque no es lo mismo escribir bien y vender libros, que ser un buen concursante. Para esto, si no hay ni trampa ni cartón, también es necesario ser un buen corredor de fondo.