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No lo tengo claro No lo tengo claro

No lo tengo claro

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Juan Corellano

Indígenas indignados en Ecuador. Fuego en el Amazonas y también en las calles de Chile. Trump avanzando hacia la reelección en Estados Unidos. La ultraderecha abriéndose paso en Europa. En España, gente protestando en contra de una sentencia que no permitirá salir a otros a la calle mientras otra sentencia manda a la calle a quienes no querían salir. Y para redondearlo todo, las enésimas elecciones a la vuelta de la esquina. El apocalipsis está en camino, otra vez. 

Esta es la conclusión a la que siempre llego cuando charlo con compañeros de profesión sobre el actual estado de este nuestro mundo. El planeta se enfrenta de manera simultánea a infinidad de problemas de una complejidad casi inabarcable. Tanta, que a menudo la única moraleja posible parece ser que todo mal. Que vamos hacia atrás y estamos abocados al desastre. Sin embargo, recientemente una amiga me dió una grata sorpresa. Abordando uno de los muchos temas antes mencionados me dijo: “No sé, todavía no tengo una opinión formada al respecto. Tengo que pensarlo”. De alguna extraña manera, esta ausencia de opinión me pareció lo más sensato que había escuchado en mucho tiempo. Me hizo darme cuenta de algunas cosas que se exigen a cualquier veredicto que se esgrima hoy en día sobre un tema controvertido: ha de ser inmediato, absoluto e inamovible. 

No sé si es por la inmediatez de las redes sociales y la coyuntura actual, pues, de momento, uno solo es conocedor de la época que le ha tocado vivir y no puede saber cómo sus predecesores vivieron los problemas que atañían a su pequeña participación en la historia. Sin embargo, considero que sería más sano para todos alejarnos de los absolutos. Permitir la duda, incluso la equivocación, y poder cambiar de parecer.  Tengo gran curiosidad por saber cómo se estudiarán los conflictos que hoy día vivimos en las escuelas del mañana. Entonces, pasados unos cuantos años y con la distancia necesaria, quizás las conclusiones extraídas sean bien distintas o su importancia mucho menor. Quién sabe. Personalmente, creo haber encontrado la solución a todos estos problemas. De ahora en adelante, cuando me pregunten al respecto, ya sé lo que voy a responder: “No lo tengo claro”.