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Juan Corellano

De la saga ‘la mejor serie del año que no te puedes perder’ me quedé en la tercera temporada de Stranger Things. Solo han pasado cuatro meses, pero ya me he quedado completamente desactualizado y con una interminable lista de cosas que debo ver. Juego de Tronos acabó en mayo, pero en nuestra cabeza ya descansa en un estante cogiendo polvo al mismo nivel que el mito de la caverna platónico y La casa de la pradera. 

Nuestro voraz apetito ha acortado exponencialmente la fecha de caducidad de los contenidos que consumimos. Sin nadie que nos dosifique una ración de capítulo por semana, sucumbimos al atracón que convierte nuestras series favoritas en un producto de usar y tirar. 

Lejos de frenar este alboroto, Netflix podría darnos aún más facilidades para realizar estas copiosas ingestiones, pues estos días ha trascendido una prueba que han realizado en móviles según la cual los usuarios pueden reproducir los contenidos de la plataforma un cincuenta por ciento más rápido. 

Podríamos afilar nuestros palos y cargar contra esta empresa por siquiera tantear opciones tan aberrantes y poco respetuosas con los creadores audiovisuales como estas. Sin embargo, lo cierto es que este tipo de compañías siempre han basado su éxito en proveer a sus clientes aquello que ansían sin hacer preguntas. En realidad, lo que subyace tras estas tendencias es un cambio radical en los hábitos de consumo del público, especialmente desde las nuevas generaciones entre las que me incluyo. 

Del baloncesto y el fútbol ya solo vemos resúmenes plagados de canastas y goles. De los programas televisivos las recopilaciones de mejores momentos. De películas y series vemos la mitad, pues la restante la escuchamos mientras trasteamos con nuestro móvil. De las noticias los titulares. De las opiniones 140 caracteres. 

Hemos eliminado por completo la paja, nos hemos hecho adictos a ir al grano y de ahí ya no hay quien nos saque. Por eso ya no me enfado cuando estoy hablando con alguien y mira el móvil. Si un capítulo con tres muertos, doscientos extras, cuatro explosiones y cinco millones de presupuesto no te entretiene, ¿por qué yo sí debería hacerlo?