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Ceñirse al guion Ceñirse al guion

Ceñirse al guion

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Juan Corellano

Culminan unas nuevas elecciones y de nuevo me veo obligado a curarme en salud. Este diario que tiene a bien cederme sus columnas de los lunes es, por suerte, uno de esos últimos valientes que deja impresas sus palabras con tinta sobre el papel. Por ello, esta columna la escribo el domingo y, por ende, sin la más remota idea de cuál ha sido finalmente el resultado electoral. 

No me apetecía obviar el tema ni tampoco fingir en una versión forzosamente ambigua, así que mi previa ignorancia vaya por delante de manera confesa. No lo hago como un ejercicio de honestidad, sino más bien de coherencia. Me considero hijo de una generación aborrecida de los guiones artificiales y artificiosos, una generación que abraza la imperfección de la triste realidad. El cambio de paradigma se observa fácilmente en la televisión, donde las galas de relojería suiza de ‘Inocente, Inocente’ han cedido su espacio en el ‘prime time’ al caos de ‘La Resistencia’. 

Sin embargo, más allá de la pequeña pantalla sigue habiendo personas ajenas a estas transformaciones sociales. Como siempre, la política, esfera que presumiblemente debería moverse en la vanguardia, es la última en enterarse de estos cambios. Independientemente del resultado electoral y mis propias convicciones, los discursos políticos de nuestro país siguen siendo incapaces de recoger las inquietudes de la población joven. 

Videojuegos aptos para recreativos de los ochenta, perros que huelen a leche y canciones de trap para no dormir. Los hay quienes incluso han apostado por el SMS, como esperando que la juventud se hubiese quedado atrapada sin remedio en ‘Al salir de clase’. Para la gente joven, el panorama político es como un padre intentando recuperar el tiempo perdido. Es encomiable que reúna el valor necesario para soltar un “¿Cómo estáis, coleguis?” delante de tus amigos, pero todo ese esfuerzo mal empleado conduce inexorablemente a la vergüenza ajena. 

Nadie podía esperar que poner a unos cuantos tipos por debajo de la media de edad parlamentaria en primera línea no fuese a solucionar la desconexión de las nuevas generaciones con la política. Mientras buscan una nueva alternativa, tendrán que ceñirse al guion establecido como siempre han hecho. No les queda otra.