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Por omisión Por omisión

Por omisión

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Raquel Fuertes

De pequeña, cuando entonábamos en misa el Mea culpa siempre me quedaba una duda sobre las formas del pecado. El pensamiento (uf, qué incontrolable), la palabra (terrible para una bocazas) y la obra (en eso se es más consciente) más o menos eran inteligibles. Pero me costaba entender cómo se podía pecar por omisión.

Sí, seguro que lo han adivinado: hablo del debate (soporífero) del lunes. ¿Que por qué? Porque, aparte de intentar matarnos de aburrimiento, nadie hizo lo que tenía que hacer.

¿Por ejemplo? Mucho se ha hablado de los comentarios retrógrados y xenófobos de Abascal (para mí, el triunfador de la noche por mucho que me espeluzne su ideario), pero no fue eso lo malo: él dijo lo que (creo) piensa. El problema estuvo en que los otros cuatro apenas le dieron réplica a pesar de estar atentando contras sus (creo) creencias e ideas. Incluso contra la verdad (los datos que esgrimió en cuanto a violencia sexual e inmigración, por ejemplo). No voy a decir que fue el único que mintió. Por error o con intención, todos metieron sus gazapos. Pero el que se presuponía que iba a ser el enemigo y que no dudó en atacar a determinados colectivos no encontró rebate en el debate. Sí, los demás pecaron por omisión.

Pero, desde el punto de vista que ya me importa más en lo político (el práctico) todos, sin excepción, escurrieron el bulto cuando fueron interpelados por el tema con el que mienten sistemática y organizadamente: las pensiones. Nadie se atreve a abrir la caja de los vientos y explicarnos que hay que remodelar el sistema de pensiones. Que es inviable por el envejecimiento de la población (vivimos más y trabajamos y nacemos menos) tal y como está diseñado y que hay que ponerse a ello ya.

Aunque fueron interpelados directamente sobre el tema, nadie contestó y cuando trató el tema Iglesias fue para tergiversar el contenido de la Constitución. Ole.

Votaría al que se atreviera a decirnos la verdad. Al que no engañase a los pensionistas ni a los que aspiramos a serlo. Al que nos diga en qué punto estamos y cómo se puede asegurar la viabilidad de nuestro ejemplar sistema social. Así las cosas, una vez más, votaré al que hoy me parece menos malo. Por no pecar por omisión de voto.