Síguenos
Mi secreto mejor guardado Mi secreto mejor guardado

Mi secreto mejor guardado

banner click 244 banner 244
Javier Silvestre

V ivimos tiempos complicados para el ciudadano ávido de obtener información veraz. Internet, Whastsapp y las redes sociales se han convertido en el medio de propagación de noticias más utilizado y a la vez menos supervisado. La forma de hacer periodismo ha involucionado y ahora se basa en el clickbait, una palabra que podría traducirse como “ciberanzuelo”.

Les cuento. Nosotros los periodistas queremos que ustedes, los consumidores de información, nos compren. Pero no hace falta ni que nos den su dinero. Ahora la moneda de cambio es otra, aparentemente inexistente pero mucho más nociva: su tiempo. Y para conseguir que el lector pique, hemos tenido que deshacernos de todo lo que se nos inculcó en las facultades de periodismo. Ahora no hacemos noticias, hacemos marketing de hechos noticiables.

Al igual que las grandes superficies comerciales tienen trucos para incentivar la compra, los periodistas hacemos malabares para que usted haga clic en nuestros titulares. Lo primero es generar el gancho, a ser posible con un titular que capte su atención. “Estos alimentos te ayudan a dejar de fumar” o “Esto es lo último que deberías hacer cuando tus hijos te sacan de quicio”, son titulares reales (perdón, “ganchos” reales) aparecidos en los principales diarios de nuestro país días atrás.

Una vez el lector/consumidor ha picado y accedido a la noticia suelen pasar dos cosas. La primera es que la resolución del titular no llega hasta el último párrafo (si es que llega a resolverse en algún momento). La segunda es que las fuentes consultadas o son cuestionables o directamente no existen. Por no hablar de que omitimos por completo las cinco sagradas preguntas a las que debe responder toda noticia que se precie: qué, quién, dónde, cuándo y cómo o por qué.

Calcule ahora cuánto tiempo ha pasado desde que ha accedido a la noticia, la ha leído buscando esperanzado aquel alimento milagroso que le hará lucir una tableta de chocolate sin levantarse del sofá y finalice sumando el rato que ha perdido cerrando los invasivos anuncios que le impedían la lectura. Sin darse cuenta habrá pagado su consumo de información. Sus datos ya no serán suyos, su tiempo no volverá y lo peor, pese a ese sentimiento de estafa, se instalará en su subconsciente información que se manifestará en el momento más oportuno. ¿Qué comprará tras haber leído que “comer un aguacate al día es bueno para bajar el colesterol”? ¡Correcto!

La buena información se hace con profesionales. Y por lo tanto vale dinero. Sé que es imposible no consumir este tipo de noticias gancho en la era de internet pero debe ponerlas siempre en cuarentena. No se crea nada. Siempre hay un interés económico o ideológico detrás de ellas. Así que antes de reenviar algún enlace, sea crítico con lo que le están contando o será otro tonto útil de este sistema de desinformación del que yo formo parte... y cuyo secreto les acabo de revelar. ¿Ha picado con el titular? Esto promete.