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Quita, que tú no sabes Quita, que tú no sabes

Quita, que tú no sabes

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Juan Corellano

Los teléfonos de la redacción de un periódico reciben muchas más llamadas salientes que entrantes. No obstante, las entrantes, por marcianas y aleatorias, suelen tener mucho más interés. Desde exigencias para cambiar la foto de una manifestación porque me pillasteis con los ojos cerrados y no hay derecho hasta por qué la historia de cómo mi primo fue campeón de fútbol chapas en Cuenca debería salir en portada. 

Lejos del reproche, entiendo que esta es una parte más de nuestro trabajo y siempre intento escuchar lo que la otra persona que está al otro lado desea compartir. Sin embargo, no puedo evitar sentirme ultrajado cuando en el tono del que llama hay implícito un ‘voy a enseñarte cómo hacer tu trabajo’.

Pese a todo, con el tiempo me he dado cuenta de que esta no es una cuestión exclusiva del periodismo, sino de cualquier trabajo. Es un hecho, un círculo infinito del que todos formamos parte como víctimas y acusadores. 

Empezando por uno de los grandes damnificados, el árbitro de fútbol. Porque pitando ese penalti demuestra que no tiene ni idea. Que siguiendo el reglamento de la barra del bar la voluntariedad de las manos depende de si el contacto es en el área que defiende mi portero o la del vecino. 

Pero después ese árbitro se pilla en el partido un catarro de los que no se curan con un consomé. Porque es malísimo, pero también humano. Horas más tarde se marcha indignado del hospital porque el médico le ha recetado consomés y reposo. Además, le ha dicho que con los recortes que hay en urgencias no están ellos para tratar resfriados. Pero al colegiado le apetecía un buen chute de ibuprofeno barato y, aún sin receta, se lo va a meter. Porque resulta que el médico tampoco tenía ni idea. 

Finalmente, la historia se cierra con el doctor consomé llamando al periódico de turno, pidiendo una primera plana sobre cómo urgencias está saturado por la gente que se planta allí esperando una solución mágica para un mal catarro. El periodista al otro lado del teléfono escucha paciente el relato. Sin embargo, su cabeza está en otro sitio: “Cómo pudo pitar penalti por esa mano”.