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Fantasía teutona

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Francisco Herrero

Lunes, 9 de diciembre. El aeropuerto.

El aeropuerto de Palma de Mallorca es una mole preparada para transportar millones de pasajeros. Sin embargo, hoy está casi vacío. Es temporada baja y aquí sobran tiendas, pasarelas de acceso a aviones y hormigón. Por cierto, creo que no lo había dicho: me voy a Berlín.

Las Islas Baleares son como una extensión de Alemania en nuestro imaginario común. Pero luego resulta que la mayor parte de enlaces son con ciudades españolas, según veo en las pantallas de información. Que la megafonía no anuncie las llamadas a embarque hace que esto sea desolador.

Martes, 10 de diciembre. Los panda.

El zoo de Berlín bautiza a dos osos panda gemelos, leo en el Berliner Morgenpost del bar del hotel. Meng Yuang y Meng Xiang, que traducido sería algo así como sueño deseado y sueño cumplido, no estarán de cara al público hasta dentro de unos meses porque exponerlos ahora sería como explotación infantil. Aunque residentes en Europa, los padres de los bebés panda son propiedad de China. Llegaron a Alemania durante una visita oficial de Xi Jinping y cuestan al erario alemán aproximadamente un millón de dólares que Pekín destina a proyectos de conservación.

Me acuerdo de la historia de Chu-Lin, el oso panda nacido en Madrid. En nuestro caso, los reyes de España fueron a la China para saludar a ese gran país. Cuando regresaron, trajeron un regalo, una osita panda con cara de marfil. Y esta tuvo al osito del zoo capitalino. Si no recuerdo mal, el nombre del animal viene por el mayordomo de Angela Channing en Falcon Crest.

Miércoles, 11 de diciembre. Potsdam.

¡Qué bonito es pasear por los jardines europeos en invierno, sin una hoja en los árboles y con la hierba casi helada! Potsdam se encuentra a unos pocos kilómetros de Berlín y era el paraíso elegido por la realeza prusiana para edificar palacios veraniegos. Alcanzando el punto de congelación en la nariz, he llegado a una especie de castillo inglés un poco horterilla, todo sea dicho. Un gran ventanal da hacia un lago y no he resistido la tentación de oler un poco a través del cristal. De las paredes cuelgan las banderas de Estados Unidos, la Unión Soviética y Reino Unido. Mi mente ha hecho clic.

¡La Conferencia de Potsdam! Durante el verano de 1945 se vieron en el palacio de Cecilienhof, donde me encuentro ahora, los líderes de las tres potencias vencedoras en la Segunda Guerra Mundial: Attlee, Truman y Stalin. He pasado por casualidad por aquí y resulta que este lugar tiene una gran historia detrás. No recordaba la importancia de Potsdam, que estudié en el instituto y durante la carrera. Yo solo he venido aquí por unos palacios suntuosos y lindos de una realeza desaparecida.

Jueves, 12 de diciembre. Queen of drags.

Enciendo la televisión del hotel. En ProSieben echan Queen of Drags en horario de máxima audiencia. Es un concurso de reinonas a lo RuPaul con Heidi Klum, Conchita Wurst y una desubicada La Toya Jackson sin traducción simultánea como jurado.

La televisión en Alemania, además de contar con unas escenografías muy pasadas de rosca, tiene un modelo muy descentralizado. Muy pocas emisoras eligen Berlín, la capital, como sede principal. Múnich, Colonia y Maguncia son las ciudades desde donde se produce la mayor parte de contenidos. La Alemania que conocemos ahora es un Estado de creación muy reciente, 150 años, y es la suma de decenas de pequeños territorios con sus príncipes, duques y tal. No veo que por esa razón sea este un país a punto de desintegrarse. Nuestro caso, sin embargo, con siglos de historia común, pende de un hilo. 

Viernes, 13 de diciembre. La coalición.

Angela Merkel se reunió ayer con quienes ostentan ahora el liderazgo en el partido socialdemócrata alemán, Saskia Esken y Norbert Walter-Borjans. El mandato que tienen es dirigirse hacia la izquierda y, claro, la gran coalición con Angela Merkel no es lo que se espera de unas políticas progresistas. Acaban de llegar y van a pedir a la conservadora un aumento del salario mínimo, una apuesta por mayores medidas contra el cambio climático y una rebaja de las condiciones para cobrar el subsidio de desempleo que los socialdemócratas de Gerhard Schröder impusieron a primeros de siglo.

Unos nubarrones más negros que los que suelen haber en la capital alemana durante el mes de diciembre se ciernen sobre el gobierno de coalición que nació más por obligación que por otra cosa. No sería raro que convocaran elecciones anticipadas. ¿Será la hora de Los Verdes?

Sábado, 14 de diciembre. Los envases.

La camarera del hotel se está ganando un piquillo con mi estancia en Berlín. He comprado un par de latas de cerveza en el supermercado para rellenar el minibar de la habitación. Han costado 0,94 euros cada una. Parece caro, pero no lo es. Cada envase cuesta 25 céntimos que me devolverán si entrego en la tienda los restos de aluminio. También me he agenciado un par de botellas de agua mineral sin gas. El precio de cada botella de litro y medio es de 1,14 euros. Y cada envase cuesta 25 céntimos que me devolverán si entrego en la tienda los restos de plástico. Es el sistema de retorno que había en España hace años, antes que entraran en juego Ecoembes y compañía.

Yo, como hoy compro aquí y mañana allá, pues no tengo multiservicio de confianza por estas tierras, deposito los cascos en la papelera. Y a la vuelta por la noche ya no están ahí. No veo al establecimiento tirando la basura de cualquier manera, que aquí se defrauda poco. En los transportes públicos no hay barreras y la gente paga. Ayer mismo, por la mañana, entraron de incógnito, a lo Stasi, unos revisores al cercanías y no pescaron a nadie sin billete.

Domingo, 15 de diciembre. Billetes de avión.

Mientras lees estas letras, viajo de vuelta hacia España. Que Greta Thunberg me perdone, pero este vuelo por 15,18 euros de Tegel a Palma es una tentación. Yo solo miré el precio, aunque también haya argumentos a favor de cazar el chollo para quien se preocupa por otros asuntos. La compañía en la que vuelo me cuenta que compensa las emisiones de carbono del combustible que utiliza en todos los vuelos. Invierte en plantaciones de árboles o protegiendo a los bosques de la deforestación. Vamos, lo que decía la semana pasada: el medio ambiente está de moda. La compañía en la que vuelo después de Palma a Valencia me cobra 24,85 euros y no me limpia la conciencia. 

Ya lo dijo hace unos meses Raquel Fuertes en su columna de este diario. Es más barato viajar a Bulgaria desde Castellón que tomar el tren de Teruel a Valencia. Pues aquí, lo mismo. Cruzar el charco entre Valencia y Mallorca es más caro que sobrevolar media Europa. ¡Reivindico ya ese puente que pedían Ricardo Ceratto y Los Mismos en la década de los sesenta!

La imagen de la semana. Pudrición

Lo más probable es que no sepas quién es Alfon. Aunque su lucha haya llegado hasta el río Spree. Te cuento. Alfon es un militante de movimientos antifascistas que detuvieron durante la huelga general del 14 de noviembre de 2012 por posesión de explosivos. Aunque la defensa aducía que no había pruebas contra él y que era un caso de represión política, a mitad de 2015 lo recluyeron a cuatro años de prisión. El tiempo pasa volando y Alfon ya está en la calle. Decían que el chaval se estaba pudriendo en la cárcel; lo que realmente se pudre es el barco berlinés que recoge su reivindicación.