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Bárbara Alastuey, doctora y escritora turolense: “La felicidad no depende de lo que tenemos, sino del amor que nos rodea” Bárbara Alastuey, doctora y escritora turolense: “La felicidad no depende de lo que tenemos, sino del amor que nos rodea”
Bárbara Alastuey, durante la presentación de su novela en el salón de actos de la CAI?en Teruel

Bárbara Alastuey, doctora y escritora turolense: “La felicidad no depende de lo que tenemos, sino del amor que nos rodea”

‘In-feliz’, su segunda novela, ficciona una historia en el gigantesco campo de refugiados de Dadaab
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Tras No es lugar para llorar (Éride, 2016) la turolense Bárbara Alastuey acaba de publicar su segunda novela, In-Feliz (Éride), en la que cambia completamente de tercio y construye un relato de ficción que tiene lugar en Dadaab, un campo de refugiados creado en 1991 en la frontera entre Kenia y Somalia, y donde siguen viviendo entre 250.000 y 500.000 personas. 

-¿Por qué se fijó en este campo de refugiados para ambientar su novela?

-En una ocasión leí sobre su existencia, un campo que empezó en 1991 durante la guerra civil de Somalia y ha terminado siendo una megalópolis impresionante, donde ya viven generaciones enteras de familias. Soy voluntaria de Manos Unidas y estoy muy sensibilizada con estos temas, y me impresionó tanto que decidí que tenía que ambientar una historia allí. A partir de eso me documenté tanto como pude aunque subrayo que es una ficción, ya que en realidad yo nunca he estado allí. 

-¿Qué temas trata en la novela?

-La trama está formada por dos niños de Somalia que llegan allí. Sus familias traban amistad durante el larguísimo viaje en el que pretenden llegar hasta Kenia, y los niños están muy unidos. Pero poco a poco se van separando porque, dentro del campamento, cada uno de ellos va tomando una vida muy diferente. A través de la historia quiero transmitir sobre todo dos ideas; la de que no podemos olvidar las injusticias a las que se enfrentan muchas personas en el mundo; y también la idea de que la felicidad puede encontrarse en cualquier sitio. De ahí el título con el juego de palabras In-feliz. Estoy convencida de que nosotros podemos ser completamente infelices en nuestro mundo lleno de comodidades, y alguien en un lugar tan terrible como Dadaab puede alcanzar la felicidad, porque esta no depende de lo que tenemos, sino del amor del que estamos rodeados. 

-También reivindica, de algún modo, la narración oral de los cuentos...

-Así eso. Cuando mis hijos eran pequeños me gustaba educarles en valores positivos a través de los cuentos que les contaba, y que yo misma me inventaba. En la novela introduzco un personaje, una mujer, que es una contadora de cuentos, y a través de ellos mantiene viva la esperanza de los niños. Este personaje lo inventé porque, cuando comencé a escribir In-feliz, estaba proyectada como una novela para público adolescente. Sin embargo al final creo que está dirigida a todos los públicos. 

-¿Qué fue lo que más le impresiona de Dadaab?

-Sobre todo que allí la gente no vive, sino que se limita a sobrevivir. Nació hace casi treinta años para acoger a los refugiados somalís que huían de una guerra civil en su país y se dirigían a Kenia. A pesar de que en principio era algo provisional, llegó a acoger a 90.000 personas y la población no dejó de aumentar. En 2011 recibió nuevas oleadas por culpa de las hambrunas y de  Al Shabab, una milicia yihadista que opera en la zona. Acoge tanta población que nadie sabe a ciencia cierta cuantos habitantes tiene, aunque hay fuentes que hablan de 300.000 personas y que, en algunos momentos, incluso se ha llegado al medio millón. 

-El problema de los refugiados causó conmoción en España desde 2012 a 2015, pero da la impresión de que nos hemos insensibilizado con respecto a ese momento...

-Creo que nos hemos acostumbrado a que haya gente en diversos lugares del mundo que apenas pueda sobrevivir mientras nosotros estamos tan a gusto en nuestras ciudades. Por eso creo que tenemos que recordarnos de vez en cuando a nosotros mismos cómo están las cosas. 

-¿Por dónde pasa la solución? ¿Debería Europa flexibilizar sus políticas migratorias para acoger a los refugiados?

-No lo sé, no me atrevo a opinar sobre eso. Lo que creo es que es muy importante ayudar a atajar los problemas en sus propios países. Este año la delegación de Manos Unidas en Teruel está trabajando en un proyecto para construir una residencia de chicas en Congo para que puedan estudiar, porque tienen problemas para trasladarse por distancias y por seguridad. Eso me parece muy interesante, porque si lográsemos con nuestra ayuda que la gente no tuviera que abandonar sus países saldríamos todos ganando, sobre todo los habitantes de esos países. 

-‘In-feliz’ es su segunda novela en tres años. ¿Está embarcada ya en algún otro proyecto literario?

-No tengo demasiado tiempo para escribir, la verdad, pero sí, hace poco tiempo he empezado otra novela. No tiene nada que ver con los dos anteriores, pero me requerirá menos trabajo de documentación porque se basa menos en ambientaciones reales y más en la pura imaginación.