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José Manuel Navia y Julio Llamazares ponen voz a los pueblos en ‘Alma tierra’ José Manuel Navia y Julio Llamazares ponen voz a los pueblos en ‘Alma tierra’
El maestro Alberto Toro con sus alumnos de la escuela unitaria de Pitarque, en el Maestrazgo turolense. José Manuel Navia

José Manuel Navia y Julio Llamazares ponen voz a los pueblos en ‘Alma tierra’

El fotógrafo madrileño plasma en un libro el Maestrazgo, entre otras 25 comarcas poco pobladas
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Alma tierra abandona este domingo la sala de exposiciones de la Diputación Provincial de Huesca para recalar durante las próximas semanas en Cuenca. Se trata de una muestra de 158 fotografías de José Manuel Navia (Madrid, 1957), una de las grandes referencias del fotoperiodismo en España, tomadas en 25 comarcas de ocho comunidades autónomas de la España interior, entre las que se encuentra el Maestrazgo turolense. A su vez resume un libro homónimo publicado a finales de año por el veterano fotógrafo madrileño y el escritor leonés Julio Llamazares, un fantástico documento que recoge la memoria y al mismo tiempo homenajea los territorios de la España Vaciada que se obstinan en sobrevivir a pesar de la crisis demográfica que sufren. 

Aunque todavía no tiene fecha concreta, la muestra incluirá la provincia de Teruel en la ambiciosa gira que ha iniciado por todo el territorio nacional. 

Puede parecer recurrente y hasta oportunista, ahora que la despoblación ha entrado de lleno en la agenda política nacional, pero una de las facetas más interesantes de Alma tierra es, precisamente, que se trata de un trabajo cuyas raíces hay que buscarlas al menos diez años atrás, cuando José Manuel Navia comenzó en 2009 a fotografiar la comarca de las Tierras Altas de Soria con el objetivo de publicar un trabajo “sobre el fin de un mundo, el de la cultura campesina de aquella tierra”, según explica Navia. “Sin embargo ahora que esto ya es un tema de preocupación nacional, Acción Cultural Española y Ediciones Anómalas han querido implicarse en un proyecto mucho más amplio y ambicioso”. 

De hecho el declive de las formas de vida de la España rural ha sido uno de los temas que más han interesado a lo largo de su vida a José Manuel Navia. Comenzó a fotografiar las zonas despobladas de Soria, Burgos o León ya en los años 80, cuando su amigo Julio Llamazares pergeñaba su icónica novela La lluvia amarilla. Eran tiempos en los que Loquillo celebraba que el silencio se había roto en las calles de Madrid; en los que María Teresa Campilongo presumía de haber tenido un novio que tocaba en un conjunto beat y en los que la Movida Madrileña era el referente en el que todos querían reflejarse. “Solo se hablaba de eso, de lo modernos que éramos”, recuerda Navia, “pero a mi me interesaba el contacto con lo primigenio, lo telúrico y lo más pegado a la tierra”. Toda una vida como fotoperiodista en El País, La Vanguardia, Geo o National Geographic ha dado para muchos disparos, “pero entre fotografiar el Maestrazgo o China me quedo con lo primero. Porque me gusta más y porque poseo suficientes referentes culturales e intelectuales para construir algo creativo y que yo mismo considere interesante”.  

Aunque tres cuartas partes de las fotografías de la exposición y el libro han sido realizadas durante 2018 y 2019, también pueden verse imágenes mucho más antiguas, algunas de territorios que el madrileño ha revisitado con su cámara. “Hay una que hice en 1979 de los Ancares leoneses y otras de los años 80, de las pocas en blanco y negro que he publicado, de una alfarera en un pueblo de Zamora”. En Alma tierra aparece junto a otra fotografía, esta vez en color, de su hija, también alfarera, modelando el barro en el mismo taller donde lo hizo su madre. 

Entre los territorios que ha recorrido Navia en su viaje figura el Maestrazgo turolense. Eligió esta comarca porque ya había posado su objetivo sobre ella en otras ocasiones, “y tiene unas características paisajísticas y sociales apasionantes”.

El Maestrazgo de Teruel

Las técnicos de la Comarca del Maestrazgo Sonia Sánchez y Cristina Mallén le facilitaron el acceso a muchas personas con cosas que decir, “algo que en mi trabajo es imprescindible”, y le proporcionó una particular visión de esa parte de la provincia. “El trabajo que están haciendo Sonia, Cristina y las comarcas en Teruel me parece encomiable”, subraya. “Representan lo que luego me he encontrado allí: el interés y el respeto que existe por su pasado y su cultura ancestral. Es algo que he detectado particularmente en Teruel y Huesca, y que en muchos otros sitios de España no es tan habitual”. 

El fotógrafo paso trece días de enero de 2019 recorriendo localidades como Cantavieja, Luco de Bordón, Molinos o Pitarque y conviviendo con sus vecinos para contar sus historias. “Yo uso la cámara como si fuera un micrófono, es mi herramienta para escuchar a la gente, como decía Dorothea Lange”, cuenta Navia, para quien más allá de la luz y del encuadre, la clave para tener una buena fotografía es “situar la cámara donde haya una buena historia que contar”. 

“Además a estos sitios no se puede ir con prisas, no hay nada más capitalino”, bromea Navia, quien se considera como tal a pesar de ser hijo de emigrantes que, “como tantos otros se fueron del campo a Madrid”, y de estar afincado en Villatobas, un pueblo de Toledo de 2.400 habitantes al que no le une ningún lazo familiar y que buscó para huir de Madrid, comprobando antes “que no tenía ni polígono industrial ni oficina de Turismo, porque no quería vivir en una capital en pequeñito ni en un escenario de fin de semana”.

Sensibilidad

Esa admiración y respeto no disimulados por los habitantes de la España rural, además de la sensibilidad profesional forjada durante décadas, han hecho que José Manuel Navia haya abordado Alma tierra desde un punto de vista original, empático y equilibrado. Huyendo de catastrofismos absolutos, de autocomplacencia, de paternalismos y, desde luego, de la búsqueda de lo exótico. “Aunque puede lograrse, es difícil profundizar en fotografía porque la fotografía es por definición superficial, aquello que se ve. Pero si te quedas con lo exótico, con los tipismos folclóricos, con el qué bonito y que duro es el campo, entonces te estás quedando en la superficie de la superficie”. “Yo quería dar voz sobre todo a las personas, a los héroes que resisten en el territorio –en muchas de las fotos aparecer el factor humano–, pero sin hacer un canto fácil a la ruralidad, sin dulcificarla ni idealizarla. ¡Eso sí que es capitalino!”, vuelve a mencionar el término Navia con una franca carcajada. “Yo no he querido inventar nada, solo escuchar las historias que tienen que contar esas personas y transmitirlas a través de mi cámara. Porque una de las cosas que más molestan en esas comarcas, y con razón, es que sean los otros quienes hablen de la España vaciada”. 

Con esperanza

¿Alma tierra es el diagnóstico de un mal reversible, o el testimonio de una forma de vida que tiene sus horas contadas? Quizá ni lo uno ni lo otro. “Tengo un amigo que es cura rural en Zamora que dice que, respecto a la despoblación, no se puede ser optimista pero debemos tener esperanza”. “La cultura y las formas de vida austeras e independientes, aquellas en las que una familia eran capaz de autoabastecerse de todo y sobrevivir en una masía aislada del Maestrazgo, se han terminado. Se acabó, no hay vuelta atrás, solo queda algún estertor. Pero tampoco hay que lamentarse, esto es así y lo que debemos hacer es mantener su memoria y los valores y aprendizajes que podemos obtener de ella, frente a la sociedad de derroche e interdependencia en la que vivimos”. 

Otra cosa muy distinta es que ya no pueda vivirse en los pueblos. “Conozco mujeres muy valientes que están volviendo a los pueblos con sus familias, en pequeñas explotaciones agrícolas y ganaderas que les permiten competir gracias a tener productos de gran calidad, o con actividades que, como en mi caso gracias a la tecnología, te permiten trabajar en Madrid sin vivir en Madrid”. Navia opina que “mucha gente está tomando la misma decisión que yo tomé hace once años cuando me marché a vivir a un pueblo, sencillamente porque cada día es más insoportable vivir en una gran ciudad”. El fotógrafo no olvida que “no se trata de llenar los pueblos de gente, sino de que sobrevivan”, y de una forma genuina. “Porque la alternativa a la desaparición de la cultura rural no puede ser que los pueblos se conviertan en parques temáticos para ir a visitarlos los fines de semana. Es ridículo que haya gente que se queje porque en un pueblo pintoresco hay cacas de vaca”. 

El fotógrafo José Manuel Navia apunta que la prueba de que la España interior puede –y debe– sostenerse es que todavía sobrevive, tras más de 50 años de crisis demográfica. “Eso es debido a lo potente y a lo auténtica que es. No es una cultura muerta, sino una cultura con tanta inercia que lleva décadas existiendo a pesar de tenerlo todo en contra. Por eso creo que son héroes. Suena duro, pero cómo decía un amigo mío, a nuestros abuelos les costaba trabajo hasta morir”. 

Alma tierra, libro y exposición, es un homenaje a esos héroes y un compendio de historias que merecen ser conocidas, en las comarcas despobladas y también en las capitales. Y también es una clase magistral de fotografía, una profesión que no va de cámaras, flashes u objetivos, sino de actitudes a la hora de mirar el mundo y de contar lo que uno ha visto.