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Los días de Peter Pan Los días de Peter Pan

Los días de Peter Pan

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Juanjo Francisco

En estos días muchos hermanos cuyos padres ya han fallecido y que vivirán las fiestas separados se suelen entender casi sin hablar. Indefectiblemente, las palabras al teléfono no se pronuncian, no hace falta, ellos ya saben que comparten el término ausencia de una forma nítida. La falta de los padres, aquellos que los acompañaron en sus primerizas navidades, cuando todo era nuevo e inesperado, les aprieta el pecho por leves momentos y, sin decirlo, los añoran a la vez, en un segundo eterno de silencio al teléfono. Luego, todo es igual, los buenos deseos y los abrazos inalámbricos lanzados a la noche de la Navidad.
En ese segundo compartido, los hermanos regresan a los días en los que la mesa de Nochebuena congregaba a sus mayores, algunos muy mayores, mientras se relamían a la espera de los manjares especiales que solo salen de la mano de la madre. Los hermanos, en Nochebuena, regresan a los días en los que los piratas perseguían a los niños y los monstruos acosaban a los corsarios, los días de los manotazos cuando se pasaban con la bandeja de los turrones, las noches en las que la bufandas era el mal menor de todo unos ropajes que los agobiaban a más no poder. Los efectos del frío podían echar a perder todas unas vacaciones, por ejemplo.
En ese segundo al teléfono, los hermanos disimulan en la cocina de sus respectivos hogares la lagrimilla huidiza que amenaza con irse al plato de cardo en salsa de almendras. No es una noche para lágrimas, es el tiempo de la ilusión, se dicen ambos, y así, con cara de ilusión, salen al comedor donde están todos ya sentados y se suman al jolgorio, a veces un tanto exagerado porque algún que otro comensal se ha pasado en eso que ahora se denomina la tardada del día 24 de diciembre.
Avanza la cena, avanza el buen rollo, crece la armonía y se despliegan un montón de buenos sentimientos que todos quieren transmitir al de al lado. Algunos ojean los móviles, cómo no. Los hermanos, entre tanto, salen a por más turrón y, en el pasillo, sienten por un momento la sombra del Capitán Garfio.