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Mi particular pin parental Mi particular pin parental

Mi particular pin parental

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Juanjo Francisco

La escandalera que se ha montado a cuenta del pin parental no parece apagarlo ni la famosa borrasca que tanta nieve y lluvia ha repartido por el país. Los políticos siguen divagando sobre un problema que, les confieso, me resulta un tanto etéreo, no sé exactamente qué consistencia tiene esa intención de inmiscuirse en la tarea de los profesionales de la docencia, que en teoría poseen una preparación que ningún padre que no sea profesor debe tener. Por otra parte, no hay que engañarse, los chavales de hoy en día, en asuntos morales y de los otros, están mucho más puestos de lo que creemos, pero mucho más. No hay que empeñarse en poner puertas al campo. Por muy adecuado que pueda parecer el pin parental nunca será del todo efectivo ya que, hoy en día, la vida y la educación tienen multitud de ventanas abiertas al mundo.
En esta época de redes sociales desbocadas uno no puede evitar acordarse de cómo funcionó el particular pin parental que tuvo en su niñez de Secundaria en un colegio religioso en régimen de internado. Los padres, que entonces sí eran dueños de los hijos, encomendaban la educación, la guardia y la custodia de los internos a una congregación religiosa, había varias para elegir, que ejercían por delegación un pin parental cuasi omnimodo.  Mi particular pin parental se llamaba Jaime, el hermano Jaime, que había que llamarlo así, todo seguido; bien, pues el hermano Jaime era un vasco enamorado del balonmano, un deporte de contacto, de mucho contacto, y tal vez influenciado por esa querencia a la pelota que tantos moratones causaba en todas las partes del cuerpo, te obligaba a jugártela sobre la cancha asfaltada como si te fuera la vida en ello, ya no hablamos de rodillas o codos. Luego, en el aula, las ecuaciones discurrían por nuestros cerebros a toda pastilla y, pobre de aquél, que no las supiera resolver. Eso sí, a la hora de preservar la moral, no daba muchas explicaciones: si te pillaba con una revista porno, además de unas hostias como panes, podías despedirte de ir a casa en meses. Salvando las distancias, ¿de verdad no queremos olvidarnos de eso?