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¡Qué fastidio!

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Elena Gómez

Cuando nos visita un temporal como el acontecido esta semana, todo se vuelve del revés. Más allá de los daños personales y materiales graves, que nunca son deseables, me hace gracia ver cómo nos cuesta renunciar a nuestro bienestar.

Salvo excepciones de urgente necesidad, me resultan cómicos los que se quejan porque no pueden sacar el coche de su garaje cuando nieva, siendo Teruel una ciudad donde las distancias son cortas y, aunque algunas zonas son peligrosas incluso a pie, las personas sin problemas de salud pueden ir caminando.

Sin embargo, los que utilizamos silla de ruedas estamos acostumbrados a quedarnos incomunicados mientras haya nieve o hielo en las calles. Bueno, no todas… no sería la primera vez que me he arriesgado a salir a la calle para ir a trabajar, a veces con cadenas y otras veces sin ellas. Es cuestión de carácter.

Los cortes de luz durante unas horas también supusieron un incordio para los que no pudieron coger el ascensor por un día o se quedaron sin agua caliente en la ducha. Cuando nos ocurre algo así, no somos conscientes de que hay quien de verdad necesita la electricidad para vivir.

Sin ir más lejos, yo dependo en un alto porcentaje de los ascensores y de la informática, ya que esta me permite hacer de forma virtual todo lo que no puedo hacer en el mundo real. Y aquellos que utilizan aparatos de respiración para subsistir, lo pasan muy mal cuando no hay electricidad en sus hogares. Pero escucho pocas quejas en este sentido, supongo que estamos más habituados a las dificultades y hemos aprendido a esperar soluciones con estoicismo.

Estamos acostumbrados a vivir con tantas comodidades, que nos cuesta muchísimo cambiar nuestras rutinas y a veces nuestras quejas están fuera de lugar. 

No pensamos que puede ser más urgente cubrir las necesidades de otros más desfavorecidos, más a sabiendas que ahí afuera son muchos los profesionales que están trabajando sin descanso, incluso jugándose el pellejo, para que recuperemos la normalidad. Paciencia.