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Juan Corellano

Dos menos, quedan cuatro”. Así se despedían los Monty Python de Terry Jones, el segundo fallecido entre sus integrantes. No podía ser de otra manera. Cuatro palabras que ejemplifican la visión tan pragmática, simplificadora y terrenal que este grupo cómico guardaba sobre la vida. Un enfoque que, precisamente por su agnosticismo en el más crudo de los sentidos, requería del humor para pasar ese mal trago que a veces puede representar la vida.  Con Jones no solo se iba la madre de Brian, sino también el director de sus películas más prolíficas y el coautor de mi favorita: Los caballeros de la mesa cuadrada. 

Ver esta película junto a mi familia tras las campanadas de Nochevieja era tradición durante mi infancia y, pese a saberme cada diálogo de memoria, no he podido evitar las carcajadas en el obligado revisionado de estos días. Críticos con el pensamiento pseudocientífico, la monarquía o la religión, todos los debates que planteaban hace cuarenta años siguen hoy tan vigentes como entonces. Lo cual significa que los Monty Python siempre iban diez pasos por delante o que el mundo cambia más bien poco. Probablemente ambas. Lo cierto es que cuando uno ve sus sketches se da cuenta del imposible que consiguen. 

Pues si ya es difícil ser gracioso un rato, aún lo es más el mantenerse gracioso y vigente.  Probablemente, este es el rasgo que guarda en común la comedia más atinada y trascendente, independientemente de las herramientas que emplee. Porque además de estos revisionados de los Monty Python, durante estos últimos días me he cruzado con alguna que otra broma añeja que está lejos de ser caduca.  “El problema reside en que enfrentan la libertad de enseñanza con la enseñanza de la libertad”, rezaba una vieja viñeta de Forges que recuperaba su cuenta de Twitter hace apenas una semana. 

Esta reflexión fue publicada en 1984 en el Diario 16. Durante ese lapso de tiempo, al propio periódico le ha dado tiempo a desaparecer y ser refundado mientras esta viñeta seguía siendo divertida y certera.  Quizás todo esto tenga que ver con aquella famosa fórmula que decía: “Comedia es igual a tragedia más tiempo”. 

Desde luego, cuando la comedia es acertada, el paso del tiempo la convierte en trágicamente actual.