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Goodbye Goodbye
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Juan Corellano

Sí, ¡lo hicimos!”. “Nuestro tiempo ha llegado”. “Un nuevo amanecer en Reino Unido”. Así jaleaban este viernes los periódicos británicos más conservadores la salida de manera oficial de la Unión Europea por parte de su país. Habiendo empezado todo este embrollo con un referéndum hace casi cuatro años, muchos ya pensábamos que la broma se estaba haciendo larga. Ahora, la broma no solo se ha hecho larga, sino también cierta. 

Aunque se trata de la historia de un divorcio más que anunciado y todavía resta todo un año de periodo transitorio, la confirmación del Brexit sigue resultando chocante. Más aún para quienes hemos tenido la oportunidad de vivir allí gracias a la libertad de circulación que posibilita la Unión Europea. 

Pese a estar en profundo desacuerdo con esta salida, uno no puede reprochar nada a un país que, aunque con una ajustada mayoría, decidió voluntaria y democráticamente irse. De alguna manera, ahora mismo Reino Unido me recuerda a ese amigo que, estando sin estudios, trabajo, ni nada mejor que hacer, decide marcharse al extranjero con la excusa de aprender inglés Porque todos sabemos que los problemas de los que huye se irán con él a cuidar niños ajenos y seguirán acompañándole cuando vuelva, pero quién eres tú para decirle nada. 

No obstante, aunque la decisión per sé no sea cuestionable, sí lo son y mucho los motivos que la dinamitaron y convirtieron en realidad. Nada une más a la gente que un enemigo común, algo que los proclives del Brexit supieron personalizar a la perfección en dos figuras: la Unión Europea y los migrantes. 

El miedo a este segundo ‘enemigo público’ resulta especialmente irracional por las particulares de Reino Unido. Habitantes de una remota y aislada isla en la que el 14% de la población nació en el extranjero, atemorizados por el inminente desembarco de una horda de migrantes que nunca llega. Como una suerte de racista caballo de Troya que alimenta el odio hacia un ‘enemigo’ que ya está en casa desde hace años enriqueciendo tu cultura. 

Sea como fuere, el Brexit ha pasado a ser una realidad inevitable. Confío en que las nuevas generaciones británicas puedan revertir esta situación en un futuro, con la esperanza de que este ‘goodbye’ sea en realidad un ‘hasta luego’.