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Los lavaderos del Maestrazgo, un patrimonio popular casi en desuso pero bien conservado Los lavaderos del Maestrazgo, un patrimonio popular casi en desuso pero bien conservado
Cristina Mallén en el lavadero del Gamellón de Fortanete, que tiene paneles informativos sobre el trabajo de la mujer

Los lavaderos del Maestrazgo, un patrimonio popular casi en desuso pero bien conservado

Un trabajo del Cemat recuerda lo que representaron como centros sociales para las mujeres
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La presidenta del Centro de Estudios del Maestrazgo, Cemat, Cristina Mallén, está realizando un estudio de investigación sobre los lavaderos de la comarca, que está publicando en los últimos años en la revista Peirón. Mallén destaca que los lavaderos del Maestrazgo aunque están casi en desuso se encuentran en general bien conservados y no olvidados. Los lavaderos, un patrimonio popular, fueron durante muchas décadas, hasta los años setenta del siglo pasado, auténticos centros sociales para las mujeres en el medio rural. En el Maestrazgo hay auténticas joyas de este singular patrimonio popular, cuyas construcciones se iniciaron a finales del siglo XIX.

La presidenta del Cemat manifestó que la idea de recopilar los lavaderos de la Comarca del Maestrazgo nació en 2015 al buscar temas comunes a todos los municipios y pedanías y que se vieran reflejados en la revista del Centro de Estudios del Maestrazgo Turolense, Peirón, publicando poco a poco los existentes en cada localidad. 

En el último número de la revista, se publicó la información sobre el lavadero de Dos Torres de Mercader y los de La Cuba.

Los primeros que vieron la luz  en la revista Peirón en 2015 fueron los lavaderos de Fortanete y de Tronchón. También se ha publicado los lavaderos de Mirambel, Villarroya de los Pinares, Cañada de Benatanduz, Luco de Bordón, Castellote y Las Parras. Quedan pendientes de publicar en la revista Peirón los lavaderos de Allepuz, Cantavieja, Miravete, La Iglesuela del Cid, Bordón, Villarluengo, Pitarque, Abenfigo, Ladruñán, La Algecira y Molinos. 

Cristina Mallén reseñó que en general los lavaderos del Maestrazgo están bien conservados de un patrimonio popular que está casi en desuso, pero no muerto y que guardan muchas historias al ser centros sociales de las mujeres durante muchas décadas.   “Los lavaderos son un espacio presente en prácticamente todos los municipios y, en los últimos veinte años han pasado a formar parte del patrimonio etnológico de nuestros pueblos. Este espacio ha caído casi en desuso ya que, salvo honrosas excepciones, pocas son las mujeres que se acercan a lavar en ellos, pero antaño era uno de los lugares más frecuentados por todas las mujeres de  nuestros pueblos”.

La presidenta del Cemat explica que “en muchos de nuestros pueblos, aun hoy podemos encontrar los lavaderos públicos, unas construcciones realizadas al aire libre, cubiertas de una techumbre y alimentadas por una corriente de agua, procedente de una fuente o acequia. La mayoría de ellos han sido reconstruidos. Estos lavaderos servían para que las mujeres del pueblo pudieran lavar la ropa, llevando consigo, el jabón, la ropa sucia, el raspador, la cuba.... Pero al mismo tiempo, estos lavaderos eran como un centro social, ya que era el lugar de reunión de las mujeres del pueblo, donde se comentaba cualquier acontecimiento que ocurría en el pueblo”.

Añade que los lavaderos públicos eran una especie de casinos femeninos. “Nunca un hombre tenía acceso al lavadero, e incluso hay ordenanzas, como las de Caravaca de 1548, que prohibían a los hombres incluso detenerse a mirar a las mujeres, bajo pena de 3 reales de multa y tres días de cárcel, como ha investigado J. A. Melgares. Este autor comenta que el lavadero solía ser municipal, y era el Concejo quien se encargaba de su mantenimiento. Las ordenanzas se referían al lavadero, prohibía lavados en otros sitios y señalaba horarios. de lavado”. También recoge que la mayoría de los lavaderos fueron construidos entre finales del siglo XIX y primer tercio del siglo XX. “Fue una infraestructura que supuso un alivio para las espaldas de muchas de esas mujeres que se pasaron media vida frotando con la pastilla de jabón agachadas, en la acequia, balsa, regajo, cerrada, o en el río”.

 En esta línea, Mallén expone que tradicionalmente el lavado de prendas es una gran tarea, larga en duración y empleo de tiempo y dura por el esfuerzo que supone el traslado al lavadero con las cargas de ropa, el esfuerzo físico que requiere la actividad y el transporte de la ropa limpia y seca a la casa. “En una época en que el agua corriente en las casas no se conoce, el lavadero es un centro imprescindible en la localidad. Precisamente cuando a finales de la década de los 50 del siglo pasado se completa la red de abastecimiento de agua potable a los domicilios y la red de alcantarillado, el lavadero perderá su utilidad. La exigencia de agua limpia requiere una estructura ubicada cerca de la fuente para garantizar la pureza del agua, garantizar un abundante y regular aporte de agua y reducir las posibilidades de contaminación”. 

El lavadero era, expone la presidenta del Cemat en primer lugar, un espacio de trabajo,” un trabajo de gran importancia que merecía construir un edificio para que varias mujeres realizaran la misma tarea. De hecho, aunque las mujeres subrayan la dureza del trabajo, también inciden en el ambiente distendido que predominaba en el lavadero, del que destacan su papel como lugar “de reunión” en el que coincidían con amigas y vecinas y donde se comentaban noticias, anécdotas y otros temas relativos a la vida cotidiana, especialmente aquéllos más directamente relacionados con los roles femeninos. Tema de conversación muy frecuente entre las casadas eran los hijos, mientras que las jóvenes hablaban de las fiestas, los bailes y los mozos”.

El final de uso de los lavaderos en la Comarca del Maestrazgo fue en los años setenta del siglo pasado con la entrada de las lavadoras en las casas. 

Por último, Cristina Mallén  reseña que para que llegue los lavaderos a las futuras generaciones es necesario crear una conciencia de conservación del patrimonio etnográfico.  “En el caso de los lavaderos, en nuestra zona todavía hay muchos muy bien conservados porque se siguen utilizando u otros, se han restaurado y se les ha puesto una nueva cubierta que los proteja. Pero quedan todavía algunos en mal estado que necesitan de intervención.  En otras zonas, para evitar su pérdida, lo que se ha hecho es darles otro uso, como construir un merendero al lado, un parque para niños, etc. En nuestra comarca podemos citar el caso de Molinos, que integró uno de los lavaderos en un edificio que es sede del Museo….., o el de Fortanete, que quiso tener un recuerdo para las mujeres que allí lavaban y colocó dos paneles donde se habla de la mujer en la sombra”. 

En un pequeño recorrido por algunos de los lavaderos de la Comarca del Maestrazgo Cristina Mallén destaca a Tronchón por su curiosidad en uno de los cuatro que tiene. El de Zafarech, que está fuera del casco urbano, es donde se lavaban las ropas de enfermos y difuntos. En otros lavaderos de la comarca se acotaban espacios como medida de higiene para lavar la ropa de enfermos y difuntos. En Fortanete hay dos lavaderos, que no están en uso. El del gamellón se construyó según recoge una piedra en 1927. En este lavadero tienen colocados dos paneles explicativos del trabajo de la mujer en el mundo rural. 

Mirambel tiene dos lavaderos, uno de ellos posee el conjunto de los más bonitos, el de la Fuente Alta, con su fuente, lavadero y abrevadero. El de la Fuente Baja tiene una curiosa poza exterior.  Castellote tiene en la fuente medieval la marca del cantero por lo que podría ser el más antiguo del Maestrazgo. El lavadero de Castellote se restauró con motivo de la Expo de Zaragoza. Es un espectacular conjunto constituido por el lavadero y la fuente anexa.  El lavadero de Cañada de Benatanduz es el único lavadero que ha encontrado Mallén donde se ha dejado memoria de quién lo mandó construir y el albañil que lo ejecutó.