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Junta de vecinos Junta de vecinos

Junta de vecinos

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Javier Silvestre

Asistí hace unos días por primera vez a la junta de vecinos de mi comunidad de propietarios del piso al que me he mudado en Madrid. No suelo hacerlo de no ser que haya algo importante que decidir porque siempre ocurre lo mismo: horas de discusiones inútiles basadas más en rencillas personales que en problemas reales que afecten a los que vivimos en la finca.

Sin embargo, esta vez la cosa me sorprendió aún más de lo habitual. Ya no discutíamos por si había que reponer el forjado de un balcón de una vecina con miedo a los ladrones, o si se amonestaba a la pareja del cuatro que había cerrado la terraza sin permiso… En esta ocasión, los puntos del día eran muy diferentes.

De las diez cuestiones a tratar, la mitad no tenían absolutamente nada que ver con nuestra comunidad de vecinos. Una señora había propuesto que aprobásemos una declaración a favor de instar al ayuntamiento de Madrid para que nos declarase una ciudad “hermana” con los refugiados sirios. Otro punto hablaba del cambio climático y se animaba a que los conserjes y vecinos hiciésemos todo lo posible por reciclar y reducir el gasto energético en pro del planeta.

Había otra iniciativa que hablaba de la cohesión entre los vecinos como átomo dinamizador de la unidad de España y otra más que instaba al Gobierno a descentralizar la Administración para que nosotros, los pobres vecinos de una finca de Madrid, no tuviésemos que pelearnos con ministerios para realizar cualquier gestión administrativa.

Al final, perdimos tanto tiempo discutiendo sobre el destino de Siria, el futuro incierto del planeta, la descentralización de las administraciones públicas y la indivisibilidad de España que no tuvimos tiempo de votar si se aprobaba la derrama para pintar la fachada. ¿El resultado? Que hemos arreglado el mundo pero tenemos el edificio hecho un asco.

Esta historia que seguro le parece increíble, en realidad, no la he vivido yo en mi finca. Pero sí usted en su Ayuntamiento, vecino turolense. Aún estoy intentando asimilar esta noticia que aparecía hace dos semanas en Diario de Teruel: “La mitad de las iniciativas del pleno de Teruel que se celebra este viernes, ajenas a la gestión local” (30/02/2020). En ella se puede ver cómo nuestros representantes locales proponían aprobar mociones sobre el caso de los ERE en Andalucía, sobre el pacto con independentistas en la Moncloa o sobre la ocupación de la sede del PSOE en Ferraz. Todo muy necesario para Teruel y de andar por casa, efectivamente.

Utilizar los Ayuntamientos como acicates para hacer política nacional es tan ridículo como usar las juntas de vecinos para conseguir la paz mundial. Y además es hacer un mal uso de la institución que representan. Por desgracia, es algo cada vez más común en muchos municipios: tanto en grandes ciudades donde se hace oposición al Gobierno autonómico o nacional de turno, como en pequeños pueblos de nuestra provincia donde se aprueban las más inverosímiles mociones olvidándose de abordar temas de vital importancia para la gestión municipal.

Eso sí, ojito se nos olvide pagar la cuota de la comunidad un mes…aunque luego tengamos la fachada sin pintar. ¡Cómo son las juntas de mi comunidad!