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Pilotes y Pilatos Pilotes y Pilatos

Pilotes y Pilatos

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Juan Corellano

“Si algo puede salir mal, saldrá mal”, sentencia la famosa Ley de Murphy. “Efectivamente”, contestaba esta semana un balón de fútbol que, tras un puntapié del alcalde Martínez-Almeida se dirigía inexorable hacia la cara del niño más cercano, propulsada por esa fuerza intangible que siempre deja caer la tostada por el lado de la mantequilla. 

No culpo al regidor madrileño, pues todos tenemos nuestros flirteos con el viejo Murphy. Es más, como devoto del fútbol he de reconocer que fue un lanzamiento de récord, histórico. El primer pelotazo no urbanístico de un político. El penalti indirecto más ingenioso desde aquel que inventó un tal Cruyff, allá por 1982. 

Lo cierto es que estas últimas semanas parece que la cosa va de pelotas. Pelotas y pilotes, para ser más concretos, si hablamos de Miquel Montoro, el último fenómeno viral que ha parido esa envenenada matriz llamada internet. Un muchacho que, dentro de un mundo excéntrico que abraza lo anodino, ha triunfado por tener los pies en la tierra, literalmente.

Como siempre sucede en el universo paralelo de la red, todos sus nativos quieren arrimarse al sol que más calienta, que, veremos por cuánto, ahora mismo es el bueno de Miquel. La única pega es que en este caso quien se acabará achicharrando es la luz, y no los mosquitos que corren hacia ella. 

A estas alturas, no hay medio de comunicación, programa o creador de contenido que no haya ‘apadrinado’ al muchacho por un rato. No culpo a ninguno de ellos en concreto. más, ni siquiera busco señalar a nadie. Sin embargo, sí me parece pertinente reflexionar sobre si se nos ha ido de las manos, a mí el primero, el nivel de exposición pública al que hemos empujado a un muchacho de solo catorce años. 

Tampoco es nada nuevo. Seguro que a Macaulay Culkin le parece una digna adaptación al nuevo paradigma de YouTube de su soledad en casa. A veces, con estos casos uno se siente parte de una sociedad Herodes, capaz de cualquier cosa con tal de encontrar al elegido. Ojalá me equivoque y esté pecando de alarmista. Pero si finalmente estoy en lo cierto, entre pelotas y pilotes llegará Pilatos. Y yo me pregunto por qué debe acabar crucificado quien nunca se autoerigió como el elegido.