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Juan Corellano

En la madrugada del sábado, el jugador de la NBA Ja Morant anotó 27 puntos y repartió 14 asistencias en una victoria de su equipo sobre Los Angeles Lakers de LeBron James. En declaraciones posteriores al partido, el joven de 20 años aseguró que dedicaba su actuación a un tipo que le criticó en Twitter horas antes del encuentro. 

La imagen de fondo es así de curiosa: una futura estrella del deporte que esta temporada factura más de ocho millones de dólares en el trabajo de sus sueños, preocupado por lo que opina sobre él en redes sociales un pobre diablo al que siguen menos de doscientas personas. Como si el dueño de Ikea fuera tienda por tienda a controlar que nadie se lleva más de un lápiz.

La obsesión por manejar el estado de opinión sobre uno mismo no es algo nuevo. Existen ilustres casos recientes como el de Kevin Durant, al que pillaron usando cuentas anónimas para responder a sus críticos en Twitter. Ahí tenías al bueno de Kevin, todo un oro olímpico y campeón de la NBA hablando sobre él mismo en tercera persona a lo Aída Nízar. 

Recientemente, esta tendencia ha llegado a España con la última de Bartomeu, quien, según desveló la SER, contrató con fondos del FC Barcelona a una consultora de redes sociales para controlar las corrientes de opinión sobre su persona y criticar a sus detractores dentro del club. 

Que personalidades de tan alta condición muestren una preocupación tan desmedida por lo que se diga o se deje de decir sobre ellos no revela una filia particular de las grandes esferas, sino el estado de psicosis general al que a menudo nos empujan las redes sociales. Twitter y similares se convierten habitualmente en un pozo en el que verter la bilis más dañina y gratuita, una conducta injusta e injustificable. 

Si queremos sanear la conversación en redes sociales deberíamos preguntarnos si prestar atención, otorgar respuesta y mediatizar el odio es la mejor forma de apartarlo. O si, en cambio, al entregar parte de nuestro tiempo en forma de contestación elevamos a un nivel de relevancia inmerecido la opinión de quien promulga el hostigamiento. No sé vosotros, pero yo prefiero meterle 27 puntos a los Lakers de LeBron que unos cuantos retuits.