Síguenos
Marta Rivera, directora de la residencia de Monreal donde hay varios casos: “A los trabajadores de la residencia también hay que aplaudirles en vez de alejarnos por la calle” Marta Rivera, directora de la residencia de Monreal donde hay varios casos: “A los trabajadores de la residencia también hay que aplaudirles en vez de alejarnos por la calle”
Marta Rivera (de pie), junto a Raúl Martín y a Charo Palomar en la residencia Monreal

Marta Rivera, directora de la residencia de Monreal donde hay varios casos: “A los trabajadores de la residencia también hay que aplaudirles en vez de alejarnos por la calle”

“La cara desconocida del Covid-19 es el rechazo social que sufren otros cuidadores, eso dejará una cicatriz social”
banner click 244 banner 244
banner click 236 banner 236
Cruz Aguilar

Marta Rivera es desde febrero de 2010 la gerente de la Fundación Residencias Monreal-San José y directora de la residencia de asistidos. Los últimos 10 días han sido los peores de una extensa trayectoria profesional, aunque reconoce que su formación como psicóloga le ha ayudado a levantar el ánimo de un equipo en el que el rechazo por parte de alguno de sus vecinos está siendo anímicamente mucho peor al miedo que pueden sentir por el contagio de coronavirus. Los primeros positivos de la provincia de Teruel fueron internos de la residencia y, en contra de lo que ocurrió con las de Zaragoza, cuyo nombre nunca ha trascendido, se hicieron públicos.

-Marta, ¿ha sido una de sus peores semanas profesionales?

-Sin duda, todo esto empezó el domingo 8 de marzo a la 1 de la tarde, cuando me llama una enfermera y me comunica que puede haber sospechas del tema de coronavirus. Eso que en la España vaciada pensábamos que no iba a llegar porque nuestro esquema mental está preparado para que no llegue a los pueblos, pero aquí hay intercambio de gente, no estamos aislados y el virus circula en las personas que van y vienen. Es el primer choque.

-¿Qué hacen?

-Primero no teníamos nada confirmado y era domingo, a nivel de instituciones era complicado ponernos en contacto, pero empezamos a aplicar algunos protocolos, sin tener nada confirmado. El lunes no teníamos nada confirmado pero pusimos en marcha todas las medidas de aislamiento, protocolos sanitarios y de higiene. Cuando llega la confirmación teníamos todos los protocolos instalados, pero en ese momento llegó el primer impacto para nosotros, porque ya había casos en dos residencias de Zaragoza, que se había dicho desde el Gobierno de Aragón, pero en nuestro caso se nos puso nombre y apellido, ese fue el primer impacto emocional que tuvimos. En Zaragoza si dices en una residencia puede ser cualquiera, pero en Monreal no, la referencia aquí somos nosotros. 

-Y todo el mundo dirigió su mirada hacia ustedes.

-Ahí viene esa parte desconocida del Covid-19, esa de la que no se habla en los medios ni en las estadísticas y es el miedo que siente la gente, la angustia. Aquí hay 55 trabajadores que viven en un medio rural, un pueblo pequeño donde las relaciones sociales son pequeñas y ahí empieza algo para lo que no teníamos protocolo y es cómo los trabajadores afrontan ese rechazo, que está provocado por el miedo, no por la mala fe. La gente tiene miedo y en cuanto ve a una trabajadora se cruza de acera, no saluda. El propio trabajador empieza a sentir ese rechazo de sus vecinos, esa es la parte de la que nadie habla. Se habla del aspecto sanitario, pero no de esa parte emocional, de ese rechazo por el desconocimiento de la propia enfermedad. Te puedo decir que alguna trabajadora, más de una, me dice que está deseando llegar a trabajar porque aquí se siente segura y respetada. Eso es muy duro. Hay unos protocolos, pero estos temas no aparecen y tenemos que trabajar todos los días en ello, apoyar al personal, preguntarle como está y subirle la autoestima.

-También se sentirán valorados, ¿no?

-Por supuesto, hay mucha gente que nos apoya, recibimos  muestras a diario. Pero entre el miedo y esa parte de rechazo la autoestima se te viene a los suelos. Se manifiesta en rabia, en impotencia, aquí todos los trabajadores nos hemos metido en un servicio a llorar, incluida la directora, de impotencia, ese bloqueo emocional que nos provoca no saber qué está pasando, qué es esto. Por un lado salimos a las ventanas a aplaudir a los sanitarios, que me parece que es una medida muy buena de apoyo, pero hay otros muchos trabajadores a los que hay que aplaudirles en vez de apartarnos por la calle, o mandarles un WhatsApp de ánimo, de “estamos contigo”, eso no contagia, pero sirve de mucho. No culpamos a la gente, entendemos el nerviosismo que les hace tomar esas decisiones.

-¿El rechazo lo sufren todos los trabajadores, sin diferencia?

-En la Residencia de Monreal hay profesionales de todo tipo auxiliares, limpiadoras, técnicos…  gente que tenía sus relaciones sociales muy establecidas. La semana pasada, antes del estado de alarma, que se ha prohibido salir a la calle,  la gente seguía yendo al mercadillo, haciendo las tareas de su vida normal y lo notaban. Han notado también apoyo, pero el Covid-19 va a dejar muertos, mucha tristeza, mucha pena, gente que va a morir y no vamos a poder llorarle porque los tanatorios van a estar clausurados, pero también va a dejar una cicatriz de sanitarios y otras personas que han estado cerca de enfermos y han tenido ese punto de rechazo. Y hay otra cosa que ya no es el rechazo, aquí hay trabajadores que llevan una semana sin abrazar a sus hijos y comiendo aparte, no saben si tienen la enfermedad o no porque nadie ha hecho análisis, ya no es el rechazo, es el aislamiento al que nos hemos visto sometidos. En el momento en el que estás en contacto con personas que lo tienen eres potencial portador. 

-En ese sentido en la residencia estarán más tranquilos, ¿no es así?

-Sí, aquí estamos todos en la misma situación y por lo tanto se relajan, pero eso va a dejar una cicatriz de la que vamos a tardar más en recuperarnos que sanitaria y económicamente, esa huella y ese dolor perdurará.

-Supongo que los familiares de los ancianos los verán como sus héroes, ¿no?

-Me descubro ante los familiares, están teniendo un comportamiento excepcional, de apoyo, respeto a las normas, no atosigan pese a que están nerviosos en sus casas, colaboran mucho. Hemos puesto en marcha medidas para que puedan estar en contacto vía telefónica y a través de videollamadas, hemos habilitado un móvil para que interactúen con ellos. Los familiares están dado todo el apoyo, están angustiados pero nos transmiten mucha tranquilidad y respeto hacia lo que estamos haciendo, algunos nos hacen aportaciones en cuanto a medidas que podemos tomar, cosas muy fáciles pero que nadie había caído en ello. 

-¿Cómo qué?

-Pues por ejemplo cuando pasamos una llamada el tema de la limpieza del teléfono, en ese momento no caes, en esos primeros días no caes y hay que limpiar el teléfono. Son cosas que  se te escapan cuando es una situación tan desbordante, en los protocolos no viene eso.

-¿Cómo están llevando esta situación los ancianos?

-Por un lado está la gente que tiene deterioro que no es muy consciente de lo que pasa, no alcanzan a darse cuenta de la magnitud del problema. Los que son conscientes están tranquilos, en algunos momentos hay nerviosismo porque cuando a alguno lo tienes que aislar, porque tiene un poco de fiebre, aunque luego están bien, sienten un poco de miedo, pero estamos con ellos constantemente, hay personal que se ha ofrecido a venir incluso los fines de semana para que estén entretenidos. Intentamos que haya normalidad en las actividades, vamos hablando con ellos cuando vemos a alguno más nervioso. Supongo que cuando lleven más días estarán un poco cansados, aunque hemos habilitado una terraza en la primera planta para que puedan salir cuando hace buen día, para que tomen un poco de aire fresco. 

-¿Hay momentos difíciles?

-Claro, el otro día una persona que presentaba un poco de fiebre me preguntó directamente si se iba a morir y aunque le dije que no, que todo iba a pasar, me dijo que de todas formas ya había hecho todo lo que tenía que hacer. La gente es muy disciplinada y está colaborando mucho, nos está sorprendiendo que están disciplinados y cuando a los que no tienen deterioro cognitivo les explicas que tiene que estar unos días en la habitación lo admiten bien.

-¿Y los que no tienen síntomas se pueden relacionar?

-No se puede aislar a todo el mundo en su habitación, tenemos unas salas muy amplias, los ponemos separados para cumplir las medidas. No podemos tener a cada uno en su habitación 15 días encerrado, no es como una persona más joven que puede buscar sus puntos de ocio, sus películas, su ordenador… Algunos tienen su tele, otros no y todos los que no tienen síntomas pueden salir a esa sala manteniendo siempre las distancias.

-¿Cómo es su día a día desde que se inició la crisis del coronavirus?

-Cuando llegan los cambios de turno desde el equipo directivo intentamos dar ánimos, tranquilidad y veracidad de datos. Nos dimos cuenta de que teníamos que dar información veraz, muchas veces venían con información de la calle que era errónea. Cuando hay algún caso lo comunicamos, todas las mañanas recibimos información desde la coordinadora de Salud Pública y es la que trasladamos a los trabajadores, revisamos todos los protocolos y recordamos pautas de higiene. Sobre todo escuchamos a los trabajadores, sus inquietudes, no nos importa estar tiempo con ellos, si vienen con la autoestima baja intentamos levantarla. Y nos ponemos a trabajar porque ahora vamos un poco más a tope, apoyamos a los servicios que tienen más tarea como desinfección. Y nos ponemos con lo que es la vida de la residencia, el cronograma de todos los días. 

- ¿Es más engorrosa ahora esa rutina?

-Sí, hay que mantener unas estrictas medidas de higiene, como cambio de guantes tras atender a cada usuario, por eso ahora los técnicos ayudamos a todo, apoyamos en la medida en que podemos y siempre mirando que las directrices y los protocolos se cumplan. 

-¿Tienen problema de abasteciendo de guantes y mascarillas?

-Por nuestro servicio de prevención teníamos todos los protocolos bien definidos y, por si acaso teníamos algún contagio de cualquier tipo, siempre hemos tenido los EPI –Equipo de Protección Individual– preparados. Ahora el problema que nos estamos encontrando es que no tenemos mascarillas porque tienen una vida útil y no teníamos tantas como para un proceso tan largo, además tampoco era previsible no tener suministros de mascarillas. Estamos trabajando con las que teníamos en nuestro almacén y evaluando qué vamos a hacer cuando se acaben. Sé que ahora mismo el Gobierno de Aragón está requisando mascarillas y espero que alguna nos llegue. El otro día tuvimos un golpe de suerte y encontramos en internet batas desechables y compramos 300. Las mascarillas tienen que llevar una certificación, un código, hay que usar unas específicas y no hay, pero tengo esperanza de que por parte de las instituciones nos sirvan. 

-¿Toda la plantilla ha acudido a su puesto de trabajo?

-Sí, nadie ha faltado, la respuesta de los trabajadores de esta residencia es para hacerles un monumento. Cuando empieza todo esto tienes miedo, pero incluso hay trabajadores que se ofrecen a doblar turnos, este fin de semana ha venido gente a trabajar. 

-Eso como responsable del equipo da tranquilidad, ¿no es así?

-Mucha tranquilidad, pero también orgullo por lo que tenemos aquí. La referencia que habíamos tenido hasta ahora es que éramos una buena residencia, no porque lo dijéremos nosotros, es la referencia a través de los Servicios Sociales, de instituciones sanitarias y por la demanda que hay. Cuando surge todo esto y ves cómo trabaja la gente entiendes porqué estamos donde estamos, por supuesto con algunos fallos, que los tenemos como todos. Tenemos una gran lista de espera, gente que nos demanda plaza desde el año pasado, pero cuando ves la respuesta de los trabajadores te das cuenta de que estamos donde estamos por el potencial humano. Cada trabajador tiene una historia personal detrás y hay algunas situaciones verdaderamente duras, pero todos los días están todos en su puesto de trabajo.

-¿Cómo cree que va a evolucionar la situación, es factible que se solucione en 15 días?

-Pasará, pero el tiempo no lo sé, entiendo que 15 días es poco tiempo, en otros países no se ha solucionado tan pronto, a lo mejor en 15 días empezamos a ver un poco de luz, que también es importante verla. Esto es muy grave desde el punto de vista sanitario, ojalá en 15 días nos podamos abrazar todos, pero con ver que paramos la curva un poco ya estaría bien.

-¿Cómo va a influir en la sociedad esta crisis?

- Va a ser un antes y un después. De pronto nos ha cambiado la vida, el viernes pasado estábamos en las terrazas pensando en la Semana Santa y a nadie se le pasaba por la imaginación que no iba a existir la Semana Santa en España, que no se podría sentar en las terrazas. Nosotros que somos un país muy de calle, muy de contacto, de pronto nos obligan a encerrarnos, a no abrazarnos, de la noche a la mañana nos han quitado todo eso, estamos en la fase de que no entendemos nada, todavía tendrá que pasar un tiempo para asimilar todo lo que ha pasado, para valorar. Hoy cuando han llegado las batas aquí hemos dado botes de alegría, esto hace 15 días era impensable. Y todo porque ha venido un repartidor con cuatro cajas de un elemento de seguridad que era muy difícil conseguir y, además, ha cruzado la puerta, sin atravesar por supuesto la línea de seguridad, pero es que los repartidores no se atreven ni a pasar de la puerta, dejan las cosas en la calle.  

-¿Una situación así saca nuestra mejor y nuestra peor cara?

-Sí, somos capaces de salir a un balcón a aplaudir a las 10 de la noche y al día siguiente me encuentro con mi vecina que sé que trabaja en la residencia y me cruzo de acera. Se está viendo a gente que está sacando lo peor, hay gente que está negociando con las mascarillas, que ahora son un bien que está salvando vidas. Aquí nos quedamos con lo mejor, gente que está dando apoyo, personas privadas que nos llaman para prestarnos su apoyo y ofrecerse, el otro día nos llamaron de una residencia para ofrecernos guantes y desinfectante, para esos detalles no hay palabras de agradecimiento.

-Los primeros casos de Teruel fueron en la residencia de Monreal y los medios de comunicación informamos de ello. ¿Cree que se valoró el daño que podía causar en un pueblo de apenas 2.000 habitantes?

-Yo creo que no se evaluó ese daño colateral, que no se evaluó bien desde los medios de comunicación. En las ciudades la privacidad y la intimidad es más fácil preservarla, uno sale de trabajar de la residencia, coge un autobús y nadie sabe de dónde viene. Sacando nuestro nombre se hizo mucho daño a la privacidad tanto de residentes como de familiares y trabajadores, ese daño no se evaluó, hizo mucha mella, los trabajadores se preguntaban porqué de las de Zaragoza no se sacaba el nombre y de la de Monreal sí. A partir de ahí cada caso que sale en Monreal se cita a la residencia, cosa que no es cierta. Aquí hay 125 personas vinculadas a la residencia, si multiplicas por 6 son casi 800 personas, hay mucha posibilidad de que cualquier caso en un pueblo de 2.000 habitantes sea de una persona que tiene alguna relación con la residencia sin tener porqué estar vinculadas causas. 

-Habla del rechazo por el miedo, pero ¿puede haberlo también por la necesidad de buscar culpables?

-Nuestro trabajo es levantar la cabeza, tenemos que mirar a la gente de tú a tú y así a lo mejor convencemos a la otra parte de que estamos todos en el mismo barco. Nosotros no somos culpables, aquí no hay culpables, nadie es culpable de esta situación, ni residencia, ni políticos, ni sanitarios, esos 800 que representamos más o menos tenemos que levantar la cabeza y pedir que nos echen una mano porque tal vez mañana es otro el que necesita ayuda. Si alguien lo intenta tendremos que darle la vuelta. Aquí se intenta que los trabajadores levanten la cabeza todos los días, estamos cuidando a todos los mayores de la comarca. El bichito no ha nacido en la residencia de Monreal, alguien lo ha traído y ya está, ¿quién puede decir ahora mismo que no tiene el virus?, nadie está libre. 

-¿Cómo se levanta el ánimo en una situación así?

-Necesitamos agarrarnos a algo que nos dé seguridad como equipo y hemos buscado una canción de Rosana, Agárrate a la vida, una parte dice “no te olvides nunca de quererte porque es lo que te hace fuerte el corazón”. No tenemos que olvidarnos de querernos, de que estamos haciendo un buen trabajo y esta sociedad necesita que todos arrimemos el hombro porque a nuestros mayores los tenemos que cuidar. Lo que más me preocupa es el ánimo de los trabajadores. Hacen falta gestos solidarios, mucho mensaje solidario, porque ahora mismo estamos perdidos y como no nos podemos dar abrazos, ni ir a tomar una caña con los amigos necesitamos gestos solidarios, es muy importante no sentirnos solos. En la residencia con toda esta vorágine ha habido momentos en los que nos hemos sentido solos. Mis trabajadores cuando oyeron el primer día los aplausos enseguida me mandaron un mensaje, psicológicamente lo necesitamos.