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De todos, fue el más ágil, el más previsor y el que antes lo vio venir. Un  jueves -tres días antes de decrertarse el estado de alarma- ya mandó un mensaje a sus fieles animándoles a quedarse en casa y a seguir las misas por la tele.

El sábado siguiente dijo que eso de ir el domingo a la iglesia, pues que estaba dispensado y que no era obligatorio y que los curas seguirían celebrando en solitario para rezar por todos nosotros. Un rato después, viendo como se precipitaban los acontecimientos, anunció que los templos se cerraban a cal y canto.

Y para rematar la cuestión, dejó claro y diáfano que en estas circuntancias hay que alimentarse como Dios manda y que se perdonaba temporalmente eso de no comer carne los viernes por estar en Cuaresma.

El obsipo de la Diócesis de Teruel y Albarracín, Antonio Gómez Cantero, ha dado un ejemplo estos días de cómo estar al lado de los suyos, anticipándose a los acontecimientos y dando, en la medida de lo posible, paz espiritual a un mundo que se está desmoronando por los cuatro costados por culpa de un maldito e invisible virus.

Y además, esos mensajes y ruegos los acompañó de cartas pastorales ofreciendo un chute de autoestima y optimismo a los suyos.

Puede parecer baladí esto que cuento, pero no lo es. No olvidemos que hay mucha gente, especialmente gente mayor, que va a misa, que sigue los mandatos de la Iglesia y que considera a su obispo un señor que sabe lo que se lleva entre manos y al que hay que hacer caso si dice esto o lo otro. En resumen, que siguen más de cerca sus consejos que los de cualquier otra persona.

En estos tiempos convulsos, después de la asistencia sanitaria, es importante también otro consuelos menos prosaicos para superar los malos momentos. Unos recurren a los psicólogos, otros al yoga o al mindfulness y algunos a sus creencias religiosas. Y todo suma, que es lo importante, porque si no no habría Dios que aguantara todo esto.

Desde aquí mi aplauso  al obispo de Teruel, un señor que nunca ha buscado ningún protagonismo desde que llegó a su diócesis, pero que en muchas ocasiones se ha convertido en protagonista por tener “los pies en el barrio y el grito en el cielo”, como canta Joaquín Sabina.