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Juan Corellano

Llegados a este punto, es inevitable que uno empiece a desconfiar de todo y de todos. Especialmente de aquellos que, en días de incertidumbre como los que vivimos, caminan con paso firme sobre sus propias certezas. Nunca había leído tanta prensa. En un estéril intento de mantenerme al día, gasto todas mis mañanas leyendo todo periódico que se me pone por delante. 

Pese a ello, me siento más desorientado y perdido que nunca frente a una actualidad que queda obsoleta con cada día que pasa. Y al sentirme así me siento extraño, porque miro a mi alrededor y veo a mucho ciudadano categórico que nació con todas las respuestas. No sé por qué me sorprendo. Era de esperar que los que ya escuchaban a Rosalía cuando sacó su primer casete de gasolinera también se apuntaran a este sarao. 

La seguridad de estas gentes, expertos en ser expertos, contrasta con la honestidad de los que solo son expertos en la materia que nos compete, a los que leo en estos días para intentar ubicarme. Muchos de ellos reconocen no haber hallado todavía respuesta a muchas de las incógnitas que nos va dejando esta pandemia: la baja mortalidad en Alemania, el número de infectados no detectados o la titubeante vuelta a la calma de China ante la amenaza de un posible rebrote. 

Aún carente de certezas como estoy, entre estas reflexiones he sido capaz de encontrar una muy manida: la ignorancia es tremendamente atrevida. Ignorante no sé, pero desde luego atrevido hay que ser para rebajar a la lucha partidista una pandemia que ha pillado a todo el globo a contrapié. Porque no es incompatible reconocer que el Gobierno ha cometido más de un error en la gestión de esta crisis con el saber que para rendir cuentas habrá que esperar al momento adecuado, que en absoluto es el actual. 

Atrevido no sé, pero ignorante hay que ser bastante para, pese a las discrepancias, festejar el positivo de Boris Johnson o la compra de mascarillas defectuosas por parte de Holanda. Autoridades sanitarias comentaban que la pérdida de olfato y gusto puede ser un nuevo síntoma de infección. De nuevo, sin demasiadas certezas. Lo único seguro por el momento es que este virus nos está privando del poco sentido común que nos quedaba.