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Los vecinos de Fuentespalda recuperan el género epistolar durante el confinamiento Los vecinos de Fuentespalda recuperan el género epistolar durante el confinamiento
Aureli, de Fuentespalda, con buena parte de su familia en Francia

Los vecinos de Fuentespalda recuperan el género epistolar durante el confinamiento

Residentes de fuera del pueblo envían cartas de ánimo a sus paisanos que se publican en ebando
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El confinamiento derivado de la declaración del estado de alarma  obligado por la pandemia del coronavirus ha disparado el uso de redes sociales, de aplicaciones móviles de mensajería instantánea y de todo tipo de herramientas que están al alcance de quienes se mueven entre las nuevas tecnologías de la información y la comunicación. Pero la tecnología ha permitido también que las personas recuperen el uso de otros géneros que habían quedado desbancados por las nuevas formas de comunicación digital como es el epistolar.
Fuentespalda, con unos 280 habitantes residentes, tiene una extensa comunidad de vecinos que vive  fuera del pueblo y que desde que se decretó el estado de alarma están demostrando la añoranza que sienten de no poder ir al pueblo y compartir su tiempo libre con el resto de vecinos.
A través de la aplicación ebando -muy popular entre la gente de los pueblos como herramienta de comunicación entre los vecinos y el ayuntamiento- han empezado a publicarse las cartas que distintas familias que residen fueran han enviado en los últimos días.
Una de las últimas publicadas la envía en forma de poesía Ana María Antolín, que comienza su Cantar para el confinamiento con una metáfora sobre Fuentespalda como torreón que resiste a la pandemia: “villa de Fuentespalda/ torreón que resiste al asedio/ en la soledad de sus casas y de sus vidas/ a los campesinos y descendientes de campesinos/ que labraron la tierra y la regaron con el sudor/ a los labriegos que la defendieron antaño/ con el miedo y la espada…”, empieza el poema.
El ebando del pueblo se ha llenado de mensajes de ánimo y de anhelos de reencuentro. Dos días antes que Ana María Antolín enviara su poesía la familia Angosto, desde Barcelona, Vilaseca y Zaragoza, envió otro mensaje dirigido a los vecinos. Laura, Rosana y Ana Angosto afirman que tienen a su pueblo “más presente que nunca” y reconocen lo mucho que “os echamos de menos”. Las hermanas Angosto reconocen lo duras que son estas semanas y dicen que “no lo olvidaremos nunca”. Ana invita a todos  a imaginar “el fin de la cuarentena con la llegada del buen tiempo, el calor, las terracotas y las fiestas del verano, que este año seguro las disfrutaremos más que nunca”. Para acabar, las Angosto prometen que lo primero que harán cuando este tiempo de confinamiento acabe es “ir al pueblo a recuperar el tiempo perdido con la familia, amigos y vecinos”.
Las cartas se han sucedido en la última semana. Desde Denia escriben Marta, Pepe, Blanca y Javier, que aseguran que “los recuerdos del pueblo están presentes en cada momento” e insisten en lo “importantes” que son los fuentespaldinos para esta familia, que está convencida de que esta pandemia “dejará un huella imborrable”, sobre todo para ellos, que están trabajando “en primera linea de asistencia”. Su trabajo, reconocen en la misiva publicada en el ebando, les está haciendo sufrir, “pero estamos bien, fuertes y con energía para ayudar a todas las personas que tanto nos necesitan en el hospital, dando la mejor sonrisa y acariciando las manos de los pacientes que están solos sin sus familiares”.
Desde Barcelona y Premiá de Mar escriben Vanessa Torrera y Pilar Vicenç quienes lamentan no poder acudir al pueblo la próxima Semana Santa. Confían en que el confinamiento por la crisis sanitaria pase pronto y explican que “nuestro corazón y nuestros pensamientos están con vosotros”. Vanessa y Pilar dan las gracias “a todos los voluntarios por cuidar de nuestros mayores”.
Rosa, Eduardo, Ana y Edu escriben desde Hospitalet de Llobregat. Explican a sus amigos y familiares que se encuentran “seguros y con buena salud” y envían un abrazo “a todo el pueblo”. Dicen que “cuando miramos a lo lejos se nos aparece, como en sueños, la Punta Umbría o La Mola, la ermita de Santa Bárbara o la de Sant Miguel” y que entonces “creemos estar con todos vosotros, con las Teresas, Manueles, Glorias, Marías, Vitorios, Juanes, Adoraciones, Ismaeles, Davides y Amelias, en fin, con todos”, porque “nunca se había estado tan lejos para estar tan cerca”. La familia se despide agradeciendo a panaderos, alguaciles, farmacéuticos, a la alcaldesa y al ayuntamiento que cuiden de los mayores del pueblo.
“Mi querido pueblo de Fuentespalda”. Así comienza la carta que ha dirigido a su pueblo Mercé Pairoli, que reconoce que pasar “estos tiempos tan difíciles” le ha hecho recordar de dónde viene y cuáles son sus raíces. Mercé no volverá esta Semana Santa a su pueblo por culpa “del maldito virus”, aunque promete que “cuando haya pasado la tormenta seremos mucho más fuertes, menos egoístas y más tolerantes”.
También desde Francia escribe “la familia de los Torreros”, que se sienten reconfortados al pensar que “pronto volveremos a pisar esas tierras, ver sus paisajes tan bonitos y poéticos y sobre todo poder compartir momentos de felicidad con toda la gente”
María Engracia Fort envía “mucho ánimo, mucha fuerza y un fuerte abrazo” a todos y agradece los mensajes “tan bonitos que se mandan a través del ebando”, porque le dan “una inyección de fuerza”. María Engracia se despide con la satisfacción de que “todos hemos aportado nuestro granito de arena, cada uno con su sacrificio, para poder ganar esta batalla”.
Desde Utrillas escribe también Aitor García Caldú, aislado en casa y que cada tarde a las ocho no pierde su cita con el balcón para aplaudir con su familia a los médicos y sanitarios que están luchando contra el coronavirus, un momento en el que recuerda a su tías Rocío, que es médico, y Mamen, que es enfermera. En su pueblo salen decenas de personas a aplaudir y a tocar el tambor y la trompeta. Aitor tendrá que esperar otro momento para ir al pueblo de su madre “a ver a la familia y a los yayos,  a ir con la bicicleta a sant Miguel y jugar a la pelota por la plaza”. Ahora se conforma con hacer videollamadas.
La pareja formada por Marcos Villoro y Laly Caldú escriben desde Alemania asegurando que esta situación les está dando “una de las mejores lecciones de la vida”. Aseguran que tienen una honda sensación de lejanía y un enorme deseo de reunirse con la familia, porque “muchas veces no valoramos lo que tenemos en casa”. La pareja pide que “cada uno en nuestra posición ayudemos en todo lo que sea posible, en especial a nuestros mayores y a los niños, haciendo caso a los profesionales, quedándonos en casa y estando más unidos que nunca”.