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Impunes Impunes
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Javier Silvestre

Acada día que pasa está más claro lo mal que se hicieron las cosas y lo rematadamente mal que siguen haciéndose. Me comenta una amiga sanitaria que “la política se está convirtiendo en la única profesión impune”. Y razón no le falta. Porque, partiendo de la base de que ningún gobernante quiere tener que lidiar con semejante asunto como una pandemia mundial, la innegable realidad es que los errores reiterados que cometen los gobernantes cuestan vidas. Muchas vidas.

Habrá tiempo para decidir si el hecho de no prohibir manifestaciones, partidos de fútbol, mítines o conciertos fue un acto de irresponsabilidad con consecuencias legales. También habrá que estudiar por qué nadie se anticipó, ya en mitad de la pandemia, a hacer bien su trabajo (especialmente el Ministerio de Sanidad por inoperancia y el de Exteriores por incompetencia). Es más, tocará señalar con el dedo a todos y cada uno de los responsables que se escudan en el “otros países reaccionaron más tarde” para sacudirse la responsabilidad, mientras la curva sigue convirtiéndose en una soga al cuello para miles de personas.

No olvidaremos jamás a los que han hecho política con todo este tema, antes y durante. Tampoco a los insolidarios que ocultaron cifras para sentirse superiores al resto de sus vecinos pero que no dudaron en culpar al ‘enemigo’ cuando el pastel les estalló en la cara. Ni se nos borrará de la mente la continua guerra de los partidos por controlar el “relato” y de algunos políticos por chupar cámara para tener su cuota de “héroe salvador patrio” mientras se sigue ocultando cuántos de nuestros abuelos han sido abandonados a su suerte por “criterios médicos”. Muchos pensarán: “¡Qué mala suerte tiene la izquierda!” Pero la crisis les ha tocado gestionarla a ellos y es lo que hay (la derecha, seguramente, lo habría hecho igual de mal). No dudo de que lo están haciendo lo mejor que pueden pero quizás ése sea el problema: que nuestra clase política no da para más. Hace tiempo que los que prosperan en ese tan denostado oficio son precisamente los que no tienen oficio, ni beneficio... pero que son expertos en sobrevivir en la jungla de los cargos pagados por el erario público. Créanme, conozco a unos cuantos... Hasta ahora, la habitual incompetencia de nuestros gobernantes se saldaba con crisis económicas, enfrentamientos sociales y escándalos por corrupción. Pero ahora hablamos de nuestras vidas. Las de todos

nosotros, tengamos la edad que tengamos. Y los políticos que han tenido la mala suerte de estar al frente de este Titanic que se hunde por momentos, no pueden salir impunes. Ninguno de ellos.

Y no me vale “hacen lo que pueden”, “hay países que lo hacen peor” o “pues si nos pilla otro Gobierno ni te cuento”. Un político sólo puede buscar la excelencia en todo lo que hace. Porque nuestras vidas, más ahora que nunca, está en sus manos. Y quien no sea excelente que se vaya a la calle a sobrevivir en la vida real como hacemos todos.

Porque sólo con “buenas intenciones” no se salvan vidas. La mediocridad política es la peor pandemia que nos ha tocado vivir. Y para esa sí que es complicado encontrar una vacuna.