Síguenos
Pasar cuentas Pasar cuentas

Pasar cuentas

banner click 244 banner 244
Elena Gómez

Decía el otro día el periodista Juanje Vallejo que teme más la pandemia del odio que la vírica. Estamos ante una situación demasiado compleja, nueva para todos y cada uno de los habitantes de este planeta. Es normal sentirnos agobiados, acobardados, tristes y furiosos, necesitamos culpar a alguien de lo ocurrido, es una de nuestras formas de defensa. Porque atribuir esta tragedia a la casualidad, al destino o a los designios de Dios nos haría sentir indefensos y completamente perdidos.

Y como ya se sabe, a río revuelto, ganancia de pescadores. Los que vengo a llamar desde hace tiempo "odiadores profesionales" se ceban durante estos días, con bulos y ataques a la clase política gobernante, en las redes sociales y en los grandes medios de comunicación.

A mí lo que me choca es que casi todos los países del mundo están sufriendo la pandemia en mayor o menor medida. En general, todos han tomado medidas cuando parecía demasiado tarde y están sufriendo los mismos problemas: colapso del sistema sanitario y desabastecimiento de material clínico y de protección.

Digo yo que esto no es una cuestión de ideología. Nos ha pillado a contrapié, quizás debido al antropocentrismo desmesurado que reina en las sociedades del siglo XXI. Nos creemos los reyes del universo, y para el universo no somos más que polvo.

Hace más de un mes publiqué en esta columna que me parecía que no se estaban tomando las medidas adecuadas. En aquel momento, leía y escuchaba a científicos de primera línea decir que cerrar fronteras y prepararnos para una hecatombe era exagerado y precipitado. Ellos, y nadie más que ellos, nos hicieron creer que esto no era tan grave.

Por eso me quedo con la cita de J. K. Rowling que Tomás Guitarte parafraseó ayer en el Congreso: "Seremos tan fuertes como unidos estemos, y tan débiles como divididos estemos". Se han cometido errores, muchos. Pero ahora yo quiero sumar y hacer lo que tengo que hacer. Ya llegará el momento de pasar cuentas a los culpables, en las urnas o ante la justicia.