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Médico rural

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Raquel Fuertes

Esta semana he visto cómo desde internet se pedía la presidencia del Gobierno para el alcalde de mi pueblo y el Ministerio de Sanidad para el médico. Efectivamente, soy de Cedrillas.

Ha sido curioso ver cómo el pueblo se convertía en noticia sin que mediaran la nieve o el frío. Y gratificante ver que la noticia era buena en estos días en los que las buenas noticias se miden en algo tan horrible como decenas de menos en el parte de fallecidos.

Sí, Cedrillas y los pueblos que dependen de su centro de salud, 428 km cuadrados, parecen (digo parecen porque jamás llegaron test) libres de coronavirus, a pesar de que hay residencia de ancianos, lugar en el que si entra el coronavirus hemos visto que solo sale envuelto en dolor y despedidas.

Al ver cuál ha sido la receta mágica que ha propiciado esta situación no sé si alegrarme o indignarme: prudencia, sentido común y espíritu ciudadano. Solo eso. Y nada más que eso.

El médico habla con el alcalde, le cuenta sus temores y cómo cree que se podría cercar al virus. Al alcalde le parece razonable y reúnen a los vecinos. Los del pueblo confían en el criterio del que les habla y se ponen a ello. Punto.

Distancia social, higiene, salidas justas… todo eso que sale en la tele y en los eslóganes, pero antes de convertirse en hastag y cuando aún era controlable. Tampoco quiero caer en la demagogia y decir que eso mismo se aplica una semana antes en toda España y no estaríamos como estamos. Ciertamente, para parar la economía de un país (con recuperación tan dudosa) hace falta tener el aval macabro de centenares de muertos y la perspectiva de miles en camino, de sistemas sanitarios colapsados y del miedo liderando nuestras emociones.

Tal vez hayamos llegado a sociedades tan complejas en las que ya no es suficiente con que alguien de confianza nos diga qué es lo que hay que hacer y que nos pongamos a ello sin cuestionarlo, con disciplina y urbanidad. Todo es mucho más complicado y no es tiempo de mesías.

Pero quién iba a decirnos que algo así iba a volver a poner de relieve la importancia de los médicos rurales, los que están en la vanguardia de todo lo que pasa en la salud de nuestros pueblos y que, la verdad, la mayoría de veces lo hacen así de bien.