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Ayúdate Ayúdate
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Juan Corellano

Justo cuando pensaba que ya estábamos todos en la fiesta de la cuarentena… apareció él. El gurú español de la autoayuda, el Coelho patrio, Rafael Santandreu. Sin quererlo, me crucé con una entrevista en la que desgranaba las claves para encontrar la felicidad en tiempos de coronavirus.

Psicólogo de formación y superventas de profesión, reconozco que a priori cuenta con con un supuesto objetivo, ayudar a la gente a ser feliz, que no podría ser más lícito. Sin embargo, como cenizo por deformación profesional, no puedo evitar desconfiar de todo aquel cuyo trabajo representa una parte interesada en la ecuación. Al igual que una farmacéutica cuando investiga la cura de una enfermedad, resulta crucial tener siempre en mente que Santandreu y el gremio buenista guardan un interés lucrativo en su búsqueda del grial de la felicidad. 

Más allá de esta circunstancia, lo que más me escama de su discurso es un concepto que subyace tras él: la individualización de la felicidad. Esa envenenada idea de que en nuestro interior albergamos todas las respuestas a nuestros problemas, el pensar que es única y exclusivamente nuestra responsabilidad encontrar el bienestar personal. 

Si bien es cierto que una perspectiva más positiva nos puede ayudar a sobrellevar ciertas dificultades, en la vida sufrimos cantidad de contratiempos que no podemos controlar y de los cuales no debemos sentirnos responsables. La individualización de la felicidad el árbol que no nos deja ver el bosque de injusticias que la sociedad en la que vivimos comete de manera sistémica con sus integrantes.  

Pensar lo contrario es decirle a la cara a los padres y madres cuyos paupérrimos salarios no dan ni para pagar los libros del colegio que su infelicidad es exclusivamente culpa suya. De la misma manera que, en un ejemplo de estos tiempos de crisis, tildar de héroes y hacedores de milagros a nuestros sanitarios solo sirve para invisibilizar los beneficios de una sanidad bien gestionada y preparada, así como para tapar las carencias que esta tiene a causa de los tijeretazos sufridos. 

A este respecto, hay quienes aseguran que el ser humano tiene derecho a ser feliz, incluso desde un punto de vista legal. Yo no me atrevo a ir tan lejos. Pido simplemente que se respeten nuestros derechos. La felicidad llegará después.