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¿Todas personas tenemos estructuras mentales machistas? ¿Es importante educar en el “no”? ¿Todas personas tenemos estructuras mentales machistas? ¿Es importante educar en el “no”?

¿Todas personas tenemos estructuras mentales machistas? ¿Es importante educar en el “no”?

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Grupo Psicara

Por Nuria Latorre Latorre

Bienvenidos al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, los psicólogos y psicólogas de PSICARA (Psicología Aragonesa en Acción) abordamos curiosidades relacionadas con la psicología. El día de la mujer trabajadora es este 8 de marzo, y por ello hoy hablaremos de lo que nos lleva a pensar de una determinada forma y cómo se crean pensamientos de igualdad y desigualdad.

Nuestros pensamientos, creencias, expectativas y emociones se van desarrollando a lo largo de la vida dependiendo de las experiencias que vivamos y las emociones que experimentamos en cada situación. Es decir, inconscientemente la mente acumula nuestro conocimiento general y nos ayuda a identificar y categorizar estímulos; es lo denominado esquema mental. A partir de esta teoría de la psicología cognitiva, podemos analizar cómo se desarrolla un pensamiento machista, es decir, la creencia de que el hombre se encuentra en una posición de superioridad respecto a la mujer. Para ello, a continuación trataré de explicar los diferentes mecanismos de funcionamiento de nuestra mente y cómo es el pensamiento de una persona machista en relación con la temática del 8M de este domingo en Teruel; los cuidados y tareas domésticas.

Los esquemas mentales, son estructuras cognitivas consolidadas que presentamos las personas, y que están influidas por las experiencias. Por tanto, si partimos de que vivimos en una sociedad que ha sido establecida en base al patriarcado (donde los hombres han tenido la autoridad y más ventajas que las mujeres), no es difícil que todas personas estemos predispuestas inconscientemente a pensar de esta manera. A pesar de que no seamos conscientes, los esquemas mentales influyen en lo que atendemos, recordamos y cómo lo organizamos. A este procedimiento se le llama proceso cognitivo. En otras palabras, manipulamos la información y atendemos a determinados estímulos dependiendo de cómo pensamos. A modo de ejemplo, puede darse el caso de una persona que acabe de comer junto al resto de su familia  y asuma que no es su responsabilidad recoger los platos, por lo que su atención se dirigirá a otro estímulo como ver la televisión, quedarse hablando o simplemente ignorar el hecho de que haya una o varias mujeres de esa mesa que se hayan puesto a recoger todo.

Como se ha mencionado anteriormente, las personas disponemos de un esquema mental inconscientemente patriarcal, pero eso no significa que no podamos cambiar. Los cambios conductuales y emocionales son resultado de la elaboración y adaptación de creencias existentes y del desarrollo de otras alternativas. Por lo que para cambiar la conducta de una persona, desde la psicología cognitiva se establece que primero debe cambiarse su pensamiento. Y eso es exactamente lo que pretende el feminismo, reeducarnos y saber reconocer situaciones en las que haya una desigualdad entre géneros. De esta forma, siguiendo el ejemplo anterior, la persona que termine de comer tendrá un pensamiento de corresponsabilidad de las tareas y recogerá la mesa junto al resto.

Por tanto, es importante reconstruirse, pero también podemos ayudar a que los que nos rodean hagan ese cambio, o mejor aún, a prevenir que desarrollen un pensamiento machista. ¿Cómo podemos prevenirlo? Pues bien, hay que empezar por las niñas y niños con los que convivimos. Desde los primeros años de vida hay una exposición constante a estímulos sexistas; como pueden ser los tipos de juguetes con los que juegan, el color de la ropa con la que se visten o los roles que comienzan a tomar desde la infancia. Los adultos, somos conscientes de cómo se han creado nuestros esquemas mentales y podemos cambiar la forma de pensar, por lo que tenemos que ser los guías de nuestras hijas e hijos.

Además, en varios estudios se ha visto que hay una relación entre la falta de educación en tolerancia  a la frustración, con determinados comportamientos agresivos como los que se dan en la violencia de género. Es decir, es importante enseñar a saber tolerar un “no” por respuesta y a que tengan habilidades resolutivas alternativas a la violencia.

Conocer cómo funciona nuestra mente y de dónde parten nuestros pensamientos y conductas, puede ayudarnos a reconocer y acabar con las situaciones de desigualdad. Así es cómo podemos aportar un granito de arena en este 8 de marzo, y el resto de días del año, desde nosotras y nosotros mismos.