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Lo reconozco, soy un optimista patológico. Soy de los que ven siempre el vaso medio lleno, aunque solo le queden dos dedos o incluso esté totalmente vacío. Soy de los que recurren al humor y al chascarrillo fácil en los malos momentos, porque lo veo como la única manera de intentar sacar la cabeza del pozo.

Y en estos tiempos de zozobra, de eterna pandemia y de confinamiento sinfín, me acerco -metafóricamente- a los que venden optimismo, con mayor o menor entusiasmo.

Me alineo con los que se acogen al primer dato positivo que pasa por la calle para consolarse y pensar que estamos más cerca del final que del principio. A veces me vale, aunque sea sin base científica.

No se si es bueno o malo lo que hago, pero lo veo como la única manera de insuflarme ánimos a mi mismo para no caer en el desánimo.

Durante este sindios del coronavirus he detectado a tres grupos de personas. 

Están los que son como yo, que cualquier noticia buena les lleva al entusiasmo exacerbado.

Luego están los que dicen tener siempre los pies en el suelo y que analizan todo hasta el extremo, que no se posicionan ni aquí ni allá y que parecen ser los más sensatos.

Y luego está ese tipo de persona que ve venir las tormentas hasta en los días más despejados. Y no son fáciles de detectar, no se crea. 

Son ese tipo de personas que te dejan exponer tu entusiasmo y que incluso cabecean afirmativamente un par de veces como queriendo dar a entender que están de acuerdo contigo.

Son ese tipo de personas que su primera contestación es “sí” a lo que tú estás diciendo, aunque enseguida ponen la coma y añaden el “pero”.

Son ese tipo de personas que rematan cada frase con un “no te hagas ilusiones, esto va para largo, mucho más de lo que nos pensamos”.

De los que te recuerdan que después del verano viene el otoño y un rebrote de todo esto, así que ya están anunciando más confinamiento y por más tiempo.

Veremos al final quién tiene razón: los todo mal, los todo bien o los todo ni bien ni mal. Yo igual no, pero me niego a bajarme del barco de los que piensan que esto va bien y nos acercamos al final. Lo hago por pura supervivencia.