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Los pueblos de Teruel se postulan como el mejor sitio para iniciar la desescalada, siempre que no llegue gente de la ciudad Los pueblos de Teruel se postulan como el mejor sitio para iniciar la desescalada, siempre que no llegue gente de la ciudad
Una mujer, en los pórticos de La Fresneda. F. F.

Los pueblos de Teruel se postulan como el mejor sitio para iniciar la desescalada, siempre que no llegue gente de la ciudad

Los ediles aseguran que se puede recuperar la normalidad y mantener a la vez las distancias sociales y plantean la despoblación como ventaja para ello
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Cruz Aguilar

Los alcaldes de la provincia de Teruel ven con muy buenos ojos que el desconfinamiento empiece por los pequeños municipios, donde consideran que es más fácil evitar el contacto con otras personas. Sin embargo, recalcan que para mantener la seguridad es importante que la población no se incremente con propietarios de segundas residencias que acudan desde las grandes ciudades atraídos por la ventaja de tener en el pueblo menos restricciones.

La desescalada será el eje central sobre el que pivotará la videoconferencia que el presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, mantendrá hoy con los presidentes de las Comunidades Autónomas. El plan definitivo de ese proceso se dará a conocer el próximo martes, según anunció ayer por la tarde el presidente en una comparecencia de prensa.

Algunos ediles ven en la despoblación “una gran fortaleza” para iniciar el desconfinamiento puesto que, como apunta Sara Ros, alcaldesa socialista de Camañas, “al ser pocos y estar tan distanciados unos de otros hemos conseguido estar sin contagios o con muy pocos”.

Desde Allepuz Ignacio Martínez (Unidos por Allepuz) comenta que “lo normal” es iniciar el proceso de vuelta a la normalidad por los pueblos: “En el día a día ya estamos bastante aislados, nuestras cifras demográficas asustan, somos como islas terrestres”, comenta.

Dani Riera, regidor aragonesista de San Agustín, el pueblo más próximo a la Comunidad Valenciana, precisa que se debería comenzar a desconfinar por los pueblos de menos de 2.000 habitantes y no ve riesgo siempre que la gente se quede en la localidad, utilice los Equipos de Protección Individual (EPIs) y mantenga las distancias. El peligro está, a su juicio, en que los veraneantes se planteen entrar en cuanto se enteren de que en los pequeños municipios las medidas son más laxas. La solución está, a su juicio, en que las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado controlen las segundas residencias porque “si viene gente de fuera la liaremos”, vaticina. 

Esta misma opinión la comparte el regidor de Bronchales, José Luis Agustén (CHA), que teme que el efecto llamada llene los pueblos de los que ahora están en las ciudades y plantea la importancia que para evitarlo tiene la Guardia Civil. Aunque con este matiz, Agustén ve bien que la desescalada diferencie entre el medio rural y las urbes: “Es lógico y normal porque en los pueblos no hay aglomeraciones”, resalta. Pero va más allá y subraya la concienciación que hay entre los vecinos, que se juntan todas las mañanas en la puerta de la panadería y charlan entre ellos, pero siempre manteniendo las distancias de seguridad para evitar posibles contagios.

Certificado para entrar

Paco Narro, responsable municipal de Camarena de la Sierra (PP), ve con buenos ojos comenzar el proceso de recuperación de la normalidad por el medio rural, aunque destaca que la decisión debería recaer en los propios alcaldes y tomarla en función de la situación particular de cada municipio, teniendo en cuenta, entre otras cosas, si ha habido o no contagios. Además, coincide con el resto de los regidores municipales en que el riesgo puede llegar a través de los propietarios de segundas residencias y plantea que la solución son los test. “Todo el mundo tiene derecho a venir, pero con algún certificado que acredite que no están infectados porque si entra el virus en un pueblo igual hay que cerrar el pueblo”, lamenta. Narro plantea que los alcaldes deberían poder hacer test, “aunque fuera pagándolo nosotros”, aclara, principalmente para salir de dudas con las personas de más riesgo o con aquellas que están en continuo contacto con la población.

Aitor Clemente, responsable municipal de Aguaviva (Izquierda Unida) planta que la desescalada debe de guiarse por criterios sanitarios pero “no es lógico” que en un pueblo como Aguaviva “haya que esperar a que en una gran ciudad como Madrid esté todo controlado”. Para Clemente hay varios aspectos que inclinan la balanza a favor de una mayor apertura en el medio rural, como el hecho de que la población viva con mayores distancias “al hacinamiento de las grandes ciudades”, dice. A ello se añade que en muchos pueblos no ha habido ningún caso de Covid-19. 

Aunque aboga por comenzar el proceso por el medio rural exige que las instrucciones que se den desde el Gobierno de España “sean claras y precisas de cómo hay que hacerlo, que se sepa quién tiene la competencia y hasta dónde los Ayuntamientos van a poder decir, porque si no volveremos a estar como con el lío de los huertos pero elevado al máximo exponente”, sentencia.

El alcalde de Aguaviva también habla del riesgo de los movimientos entre la ciudad y el pueblo en el caso de esa desescalada asimétrica. “El control debería de ser grande porque los ayuntamientos tenemos las herramientas que tenemos y deberán de ser los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado los que hagan esa labor”.

Desde el Jiloca el alcalde de Fuentes Claras, el aragonesista Diego Hernández, también pide una “pautas claras” para que la gente de los pueblos puedan comenzar antes a recuperar una vida normal. A su juicio, en un municipio como el suyo es posible llevar a cabo prácticamente todas las actividades cotidianas “sin ningún riesgo”. Pone a modo de ejemplo que la bicicleta es el medio de transporte habitual para muchos de sus vecinos –incluido él mismo–, mucho más seguro que los transportes colectivos de las ciudades. Plantea que habrá que poner una especial atención a la gente que llega de fuera, como los repartidores o los que acuden a trabajar desde otros lugares.

El regidor municipal de Gargallo, Javier Gargallo, aboga por iniciar el desconfinamiento por los pueblos y precisa que, en lugares como el suyo, “con el bar y la iglesia cerrados no te encuentras con nadie, aunque empiece a salir la gente de casa no pasará nada”. Eso sí, al igual que sus compañeros apunta a que “el único problema es que hay gente que puede verlo como una motivación para venir al pueblo y esos movimientos sí son problemáticos”.

El regidor de La Fresneda, en la comarca del Matarraña, Fréderic Fontanet (PP), está de acuerdo tanto en comenzar el desconfinamiento por los pueblos como en preservarlos de la llegada de la gente de la ciudad. Plantea incluso la posibilidad de que los niños puedan ir al parque siempre que los Ayuntamientos de los municipios de pequeño tamaño garanticen en estos espacios infantiles una desinfección continuada.

La situación de la hostelería

Pero Fréderic Fontanet va más allá y alerta de que la desescalada debe de ser a varios niveles también dentro de la población puesto que, explica, en el caso de su municipio hay un gran número de establecimientos hosteleros que deben mantener las ayudas porque realmente viven de la gente de fuera, que no va a llegar en este proceso. “Sería injusto que les dejaran abrir y les retiraran las ayudas porque, al no tener la clientela, no van a poder trabajar y eso sería la ruina de muchos”, aclara. 

En este sentido también se pronuncia  Alba Lucea, alcaldesa de Mosqueruela por el Partido Socialista, quien pide que se tengan en cuenta las particularidades de los establecimientos de estos municipios porque “no se sustentan únicamente de los vecinos, sino también de las personas de paso y de los veraneantes, a lo mejor les supone más gasto abrir la puerta que mantenerse cerrados”, dice.

Lucea ve factible aplicar en los pequeños municipios medidas que permitan ir recuperando la normalidad siempre y cuando se mantean las distancias. Teme sin embargo que su pueblo pueda convertirse en un atractivo para la gente que no vive regularmente en él: “Nos da miedo que pueda incentivar a que venga gente a su segunda residencia. Parece un poco injusto, pero hay que pensar en el bien de todos”, dice.

Lo que siempre ha constituido el problema más acuciante de Teruel que es tener tan pocos habitantes por kilómetro cuadrado “ahora es positivo”, dice Lucea. Tiene claro que es posible restablecer las rutinas en estos territorios despoblados pero propone que se haga de forma paulatina, “hacerlo paso a paso, abriendo los pueblos primero, luego la comarca, aunque por supuesto permitiendo los desplazamientos que necesitan de otros para su abastecimiento” comenta.