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Acuerdos Acuerdos
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Elena Gómez

Imagínense un mundo ficticio, en el que solo viven dos tribus. Una terrible enfermedad asola a una de ellas pero sus sabios han encontrado la fórmula para erradicarla. El ingrediente principal de dicha fórmula es un fruto que es la única fuente de alimento de los miembros de la otra tribu, y se precisa la producción total del mismo. Ambos grupos necesitan el fruto para sobrevivir, de forma que los habitantes de la tribu que se quede con él sobrevivirán, y los de la otra morirán.

Así comenzaba mi primera clase de negociación y resolución de conflictos, cuando me preparaba para acceder a la escala de Técnicos de la Administración General del Estado. Este dilema se quedó grabado para siempre en mi memoria ya que, en principio, me pareció irresoluble. Sin embargo, pronto el profesor nos enseñó diferentes técnicas de negociación en las que todos ganaban y perdían algo. 

Mientras duraron aquellas clases, a pesar de su complejidad, me di cuenta que nos pasamos la vida entera negociando y pactando, muchas veces sin darnos cuenta. Y ya entonces me preguntaba por qué no era obligatorio que la clase política pasara un tiempo en uno de estos seminarios.

De esto hace más de 15 años y en ese tiempo hemos presenciado cómo las posiciones ideológicas se han ido polarizando y radicalizando hasta puntos en los que parece que nuestro sistema se vaya a resquebrajar sin remedio. A la inmensa mayoría de los ciudadanos de a pie nos violentan los lamentables espectáculos que se montan en los foros políticos donde se deciden nuestros destinos. Y en este momento tan crucial para la humanidad, a mí en concreto me resulta insoportable.

Todos tienen sus razones, pero si no comprenden que ahora no se trata de conseguir rédito electoral, y que deben negociar, ceder y llegar a acuerdos de Estado, esto va a ser muy difícil de superar.

De momento tendremos dos semanas menos de incertidumbre. Espero que durante este tiempo asimilen que nuestras vidas están en sus manos. Aunque me temo que no será así.