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Dónde estabas Dónde estabas

Dónde estabas

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Raquel Fuertes

Aunque mi vida diste mucho de ser glamurosa y viajera, mi teléfono y redes sociales se han puesto de acuerdo para recordarme que hace un par de años andaba por París y hace uno en Almería preparando un vuelo a Miami (tres lugares que, por cierto, no solían estar en mi agenda habitual de la vieja normalidad, no vayan a creer). Hoy por hoy ni puedo planear ir a mi casa de Cedrillas así que parece que lo que almacena mi memoria digital pertenece a la vida de otra persona. Como les debe pasar a muchos de ustedes tras estas semanas de encierro y lenta desescalada. Pero dónde estuvimos en un determinado momento no deja de ser algo circunstancial. Lo importante es ver quiénes éramos entonces y quiénes somos ahora. En qué nos iba la vida entonces y cómo la contamos ahora.

Los que somos curiosos y permeables tenemos la capacidad de cambiar de parecer a medida que vamos conociendo más de nuestro entorno. Lo pasamos por un filtro crítico y lo incorporamos a nuestras filias o a nuestras fobias. Esos cambios de opinión, sin embargo, en los personajes públicos (sobre todo en los políticos) encuentran un gran enemigo en hemerotecas y videotecas que les recuerdan con frecuencia que los “yo nunca” del pasado que son los “por supuesto” de hoy.

La evolución de los animales de la granja de Orwell es un claro ejemplo que se cita a menudo en estos días de incertidumbre y creciente indignación con la evolución personal e ideológica de algunos políticos. Del “cuatro patas, sí; dos pies, no” al “cuatro patas, sí; dos patas, mejor” hay un recorrido que algunos realizan en poco tiempo. 

Los escraches siempre me han parecido demenciales. Una cruel práctica de intimidación que ataca a la humanidad e intimidad de personajes que, no hemos de olvidar, son personas y tienen familia y vis privada, por mucho que se deban al ciudadano y al servicio público. Ahora los unos atacan el rincón sagrado de la privacidad de los otros como aquellos les hicieron ayer a otros de su cuerda. Y los atacados no solo no apaciguan sino que señalan a quién pueden atacar sus adeptos para mantener abierta la execrable contienda cuando de lo que carecen a estas alturas de la cruel batalla es de argumentos y propuestas.

Sí, me gustaría saber dónde están todos ahora. En los malos tiempos. Cuando tanto los necesitamos.