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Faysully Sánchez Villanueva, pedagoga terapéutica: “Adultos y niños hemos podido verbalizar que necesitamos abrazos para poder vivir” Faysully Sánchez Villanueva, pedagoga terapéutica: “Adultos y niños hemos podido verbalizar que necesitamos abrazos para poder vivir”
Faysully Sánchez, en su casa desde donde hace teletrabajo

Faysully Sánchez Villanueva, pedagoga terapéutica: “Adultos y niños hemos podido verbalizar que necesitamos abrazos para poder vivir”

La especialista advierte de que como sociedad estamos negando cosas que tienen un coste para los pequeños
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Faysully Sánchez Villanueva es pedagoga terapéutica. Trabaja en la Casa del Árbol en Teruel y durante el confinamiento derivado del estado de alarma ha tenido que llevar a cabo sus terapias mediante teletrabajo.  

-¿Cómo ha tenido que trasladar sus sesiones terapéuticas al teletrabajo?

-Es un paso que por suerte ya había iniciado porque trabajo también en Valencia y con anterioridad al Covid había tenido algunas intervenciones online. Lo tenía algo trabajado pero ahora ha sido casi obligatorio. Al principio, creíamos que iba a ser algo puntual, de una o dos semanas, pero no ha sido así. Hubo niños que comenzaron a tener dificultades y tuvimos que seguirlas online. La adaptación fue difícil pero seguí formándome y viendo algunos recursos online y a partir de ahí he ido experimentando. Con niños pequeños no he querido empezar, es a partir de 6 años cuando planteo el salto, porque sino es difícil, y a veces poco respetuoso con el niño. Igual que nos pasa a nosotros, las pantallas nos gastan mucha atención, y por eso es más adecuada la terapia presencial. Hay limitación pero algunos chavales han encontrado en esa vía una manera de sentirse más seguros y otros peques están tan digitalizados que su medio favorito es la pantalla.

-¿Para ellos ha sido más fácil adaptarse a la tecnología?

-En algunos casos la pantalla les ayuda a generar un modo de vínculo que les gusta más que lo presencial. Esto es positivo porque lo ven como una herramienta útil, pero al mismo tiempo la pantalla no tiene en cuenta lo social, el contacto vital que es algo imprescindible dentro del proceso de crecimiento personal que tenemos cada uno de nosotros. 

-¿Nos vamos a tener que acostumbrar a combinar el contacto tecnológico con el social?

-Efectivamente, de hecho en esta primera parte de la desescalada, estamos haciendo una combinación de lo presencial y lo online. Como profesionales, para nosotros el contacto es vital, se hace más fácil el trabajo. En online hay que estar más atentos a lo que pasa, porque no compartimos el contexto. Los niños además se mueven de la pantalla. Hay muy buenas herramientas online pero echo de menos el contacto con los peques.

-Los peques también han echado de menos el contacto con otros niños y con otros adultos más allá de los de su casa. ¿Cómo va a  pasar factura este distanciamiento social a los niños?

-Los peques solo han recibido estimulación de su núcleo más pequeño, pero necesitan un espacio nutrido y estimulado para no recibir solo información de la familia nuclear. Las familias no son perfectas, los colegios tampoco ni los amigos pero lo que solemos hacer es compensar unos con otros. Toda esa red se ha visto limitada y no se compensa ni en lo negativo ni en lo positivo. Esto además genera un estrés que ha sido difícil de llevar. Hay familias que han tenido un contacto más estrecho con los hijos, sobre todo en comparación con ciudades grandes, pero en sitios pequeños como Teruel donde todo está cerca, las relaciones sociales son muy importantes.

-¿Cree que las familias saldrán fortalecidas después de todo este proceso?

-No lo creo. Creo que las crisis nos fortalecen a todos pero por estudios que estoy viendo, como uno que se hizo en Wuhan, en China, hay un 30% de cuadros de ansiedad y de estrés postraumático después del confinamiento. Como cualquier crisis, hay algo que nos une y nos construye como personas pero también hay que darse cuenta que vivir es algo más. Parece que los niños se tienen que adaptar a todo y no  tiene por qué ser así y si lo es tiene un coste en su desarrollo.

-¿Se van a ver ahora esos cuadros de ansiedad?

-Es un conjunto. El niño está estrechamente relacionado con el bienestar de sus padres. En la medida en la que el papá o la mamá puedan cuidarse y poner medios van a poder llevar esto mejor. Ha habido síntomas de estrés como no querer salir de casa cuando ya se podía. Hay cosas que como sociedad estamos negando pero que sí que están teniendo un coste para el niño, aunque no queramos verlo.

-¿Que tipos de miedos se están viendo ahora?

-De muchos tipos, desde si un miembro de la familia ha muerto y   si se ha podido hacer un duelo a miedos por el trabajo de los padres. También se han generado por estar en casa e intentar mantener la calma mientras teletrabajamos y estamos pendientes de los niños. No se puede salir para poder centrarse en el trabajo. Esto también genera estrés en las familias y los peques lo absorben. Hay muchas situaciones desde las extremas, porque se haya muerto alguien o haya entrado la enfermedad, a otras causadas porque estemos tratando de mantener la calma  y es muy difícil. Tenemos un exceso de exigencia y esto se ha traslado a muchos niños. Hay quien cree que ellos no se van a enterar y no es así porque les cuesta mantener la normalidad. Si a nosotros, con los recursos que tenemos, nos cuesta pues a ellos más.

-¿Cómo va a ser la transición al periodo de vacaciones?

-Ahora hay muchas ganas de salir después del confinamiento y es complicado mantener la exigencia del curso escolar. Va a ser difícil porque se tiende a pensar que se va a perder el curso. Se nos ha asignado un rol de profesores que también ha generado estrés y esperemos que las familias puedan deshacerse de él en las vacaciones.  

-¿Qué podemos sacar de positivo de todo este periodo de confinamiento?

-Lo más positivo para mí es que nos hemos dado cuenta de la necesidad que tenemos de besos y abrazos. Los niños con sus adultos más cercanos han sentido y a veces verbalizado las ganas que tenían de abrazar a sus abuelos o a sus amigos. Es muy positivo poder darse cuenta de que uno necesita de besos y abrazos para poder vivir.