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Fabiola Hernández, periodista turolense: “El lugar donde nacemos 
es uno de los factores que condiciona cómo somos” Fabiola Hernández, periodista turolense: “El lugar donde nacemos 
es uno de los factores que condiciona cómo somos”
Imagen de la escritora y periodista turolense Fabiola Hernández

Fabiola Hernández, periodista turolense: “El lugar donde nacemos es uno de los factores que condiciona cómo somos”

La novela ‘¿A quién esperaba Carlota March’ da un giro al tradicional thriller de suspense y de crímenes
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La periodista turolense Fabiola Hernández acaba de publicar su segunda novela, ¿A quién esperaba Carlota March? (Click Ediciones), un thriller de suspense ambientado en la España vaciada que no habla de la España vaciada –¿o sí?–, en la que lo importante es averiguar quién es el culpable de un terrible asesinato –¿o no?-.

-Aunque en las dos hay un misterio por resolver, su segunda novela se parece bien poco a la primera, Los protegidos de Modimo.  

-Nada que ver. La primera era una historia de aventura dirigida al público juvenil, ambientada en África, con un mensaje sobre el daño que le estamos haciendo a la naturaleza y cómo esta se volverá en nuestra contra como no le pongamos freno. ¿A quién esperaba Carlota March? es un thriller de novela negra, de suspende, ambientada en un pueblo imaginario del norte de España al que denomino Ancina, porque no me gusta ubicar las tramas en lugares concretos para darle al lector la posibilidad de situarla donde él quiera. 

-¿Es una novela sobre la España vaciada?

-No. Es una novela sobre un crimen perpetrado en esa España vaciada, que me permite reflexionar junto al lector cómo las personas nos vemos muy condicionadas por el lugar donde nacemos y vivimos. Una de las tesis del libro es que las personas no somos libres y lo que hacemos está muy influido por diferentes factores, y uno de ellos, para bien y para mal, es el sitio en el que naces. Pero no creo que la España vaciada sea uno de los temas centrales de la novela.

-¿Conlleva juicios de valor? ¿Expresa su postura a la hora de enjuiciar si esa influencia es más o menos dañina según el origen de uno?

-No me gustan los finales cerrados, pero tampoco excesivamente abiertos. En ese sentido, tras leer el libro el lector seguramente intuye cuál es mi opinión, pero eso no es lo más relevante. Lo que más me ha gustado de escribir el libro es que cada uno saca sus propias conclusiones, y de hecho así fue entre quienes leyeron la novela antes de ser publicada. Ese juego de involucrar al lector en la historia siempre me ha atraído, porque de hecho creo que cada lector tiene que terminar de construir la historia. Que cada uno juzgue, y que al final compruebe si su veredicto coincide con el del juez. 

-Toda novela negra que se precie debe de tener alusiones críticas a la sociedad y plantearse preguntas trascendentes sobre el medio en el que se desenvuelve, pero también tiene un parte importante de entretenimiento...

-Desde luego, si no no tiene sentido. El hilo de la novela es la investigación judicial de un crimen, más que la meramente policial, pero evidentemente sí que se plantea ese juego de averiguar qué ha sucedido. El protagonista es un joven que regresa de Madrid a su pueblo para hacerse cargo de la farmacia de sus padres, y le ocurren muchísimas cosas. El lector tiene que juzgar si tiene él la culpa, si se merece lo que le pasa, o si es una víctima inocente. Yo creo que desde el segundo capítulo el lector ya se empieza a hacer sus hipótesis sobre quién es el malo, y a lo largo de la novela yo quiero que se vaya replanteando si tiene razón, si estaba equivocado, si cambia de idea o la mantiene hasta el final del libro... Creo que eso engancha muchísimo al lector y a mí me permite conversar con él e invitarle a reflexionar sobre los temas que me interesan. Y entre ellos también está el de que no existen las verdades absolutas, que es una de las máximas en mi vida. Estoy convencida que no existen las certezas totales ni siquiera en aquellos hechos que creemos completamente probados, y esto en el periodismo es el pan nuestro de cada día. Con esta ficción pretendo dejar una pregunta en el aire, ¿hasta qué punto unos tienen más razón que otros?

-’Los protegidos de Modimo’ fue un proyecto de años que retomó en varias ocasiones... ¿El proceso creativo de esta segunda novela ha sido más concentrado?

-Sí, la anterior fue un proceso muy largo, pero ¿A quién esperaba Carlota March? la escribí en seis meses. Me dediqué en cuerpo y alma a ella, y además en cuanto se la entregué a la editora decidieron publicarla inmediatamente. Podría decirse que la primera novela, como les pasa a todos los hermanos mayores, abrió el camino y la segunda lo tuvo más fácil. Pero es que además yo creo que es más comercial, es muy del gusto de los lectores adultos actuales, y de hecho las ventas están funcionando muy bien. 

-Se adivina cierto placer al haber cambiado el público juvenil por el adulto...

-Es que escribir para un público juvenil es mucho más difícil de lo que se pueda imaginar. Te sientes menos libre a la hora de escribir, y te autocensuras más si quieres meter determinadas escenas. Los protegidos de Modimo se dirigía a ese público en un momento además en el que los adolescentes buscaban otro tipo de temáticas, aunque estoy convencida de que esa novela tendrá su momento porque es un relato de aventuras clásico. En esta segunda novela sin embargo he sido más libre a la hora de escribir y me he divertido muchísimo planteando las tramas. Trabajé en jornadas de seis a diez horas diarias y no puedo decir que me cansara, porque fue muy, muy divertido. Y creo que eso es importante porque si no te diviertes escribiendo creo que es imposible que se divierta el público. 

-¿Piensa ya en nuevos proyectos literarios, o por el momento ya tiene bastante con la promoción de esta novela?

-Los tengo, los tengo, porque al final siempre estás escribiendo cosas, lo que pasa es que hoy por hoy va despacio. Lo que sí tengo claro es que seguiré por este camino, por el del thriller para público adulto.