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La comunicación, la herramienta más potente del ser humano La comunicación, la herramienta más potente del ser humano

La comunicación, la herramienta más potente del ser humano

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Grupo Psicara

Por Carla Barros Sánchez

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la psicología. Hoy os proponemos hablar sobre la comunicación, ¿crees que tu manera de comunicarte con los demás es la más adecuada?

Estos últimos meses, muchos de nosotros, hemos compartido demasiadas horas con las mismas personas y, probablemente, en algunos momentos se nos han agotado los recursos para no llegar al punto de gritar o soltar alguna palabra o frase fuera de lugar de la que luego, tal vez, nos hayamos arrepentido. Es normal, el roce hace el cariño, pero la fricción, al final, puede provocar heridas.

De hecho, hay mañanas en las que te levantas y simplemente no te apetece hablar con nadie, ni ser simpático y, cuando te dispones a volver a tu “agujero” después de desayunar, te encuentras muy irritado por tan solo la pregunta que te hace tu hermano de “¿cómo has dormido?”. Vale, puede sonar excesivo pero, en cierto modo, igual más atenuado, en algún momento de esta cuarentena nos hemos sentido de esta manera. ¿Y qué pasa si ha sido así? Es bastante normal que, como seres humanos, nos encontremos de vez en cuando menos motivados a dialogar con los demás.

Esta es una de las posibles situaciones que durante estos días han podido desencadenar discusiones y malentendidos en muchos hogares, pero son miles las situaciones que pueden acabar de manera fatídica si no detectamos a tiempo qué nos está pasando. ¿No estás de acuerdo con la opinión de la otra persona? ¿Te ha ofendido cómo se ha dirigido a ti? ¿Sientes que no escucha lo que intentas decirle? ¿Se ha acabado el papel higiénico y se ha olvidado de reponerlo? Vale, estás molesto por lo que sea que haya pasado, pero antes de actuar impulsivamente, para un segundo y piensa en lo que ha sucedido, en lo que le quieres decir a esa persona y cuál es la finalidad del mensaje.

Siguiendo con el último ejemplo sobre reponer el papel higiénico, puede ser que a la otra persona se le haya olvidado, como se le olvida las mil veces restantes, y eso haya generado en ti un gran enfado al que se acumulan todas las pequeñas cosas sin resolver que tenemos en la mente. Por tanto, 1) hay que saber diferenciar el por qué estás tan disgustado, 2) darle la importancia que realmente tiene, ya que en “caliente” tendemos a sobreestimarlo, 3) pensar qué objetivo quiero conseguir al decírselo, pues en este caso sería que no se volviera a olvidar de reponerlo, y 4) hacerlo de una manera clara y sin subir el tono de voz, ya que, probablemente, sobreestimularía al otro y pasaría a estar a la defensiva de manera inmediata, sin ni siquiera escuchar realmente lo que le intentamos transmitir.

También resulta muy útil en este proceso escuchar lo que la otra persona tiene que decir, ¿por qué hace lo que hace? ¿por qué piensa lo que piensa? Puede que la persona que se olvida de reponer el papel nos explique que el resto de los rollos están guardados en otra habitación y que por eso siempre se le pasa hacerlo, y la solución tan solo sería cambiar el paquete entero al baño y, claro, que haga el esfuerzo de reponerlo. Pero, tal vez, nos encontremos con otras discusiones que no son tan sencillas de solucionar.

Muchas veces nos empeñamos en que la gente piense como nosotros, por ejemplo, y nos decimos a nosotros mismos que no respetan nuestra opinión, que eso que dicen son “tonterías”, que “cómo puede pensar así en el siglo XXI”, y si nos paramos a reflexionar, nosotros tampoco parece que estemos respetando la opinión de la otra persona al insistir en nuestras ideas. ¿Y qué pasa si no llegáis a un acuerdo, y ninguno de los dos cree que deba darle la razón al otro y ceder? Esta situación es más común de lo que parece, y no solo en temas polémicos ya de por sí, sino que puede pasar en cuestiones como la experimentación de una vivencia desde una perspectiva diferente; tal vez sea verdad que lo que yo hice le pudo doler a la otra persona, aunque tal y como lo veo yo, me molestó a mí. 

El gran error es, ante todo, buscar culpables. No creo que eso sea lo más importante, ya que tampoco podemos cambiar el pasado. De lo que ahora tocará hablar es de cómo nos sentimos y qué podemos hacer para solucionarlo. Muchas veces nos cuesta expresar emociones que nos genera malestar, y pasamos por alto el decir que estamos tristes, que estamos enfadados, que nos hemos sentido decepcionados, y también se nos olvida preguntarle a la otra persona cómo se ha sentido. Puede ser que, al final, ambas personas debamos asumir un poco de responsabilidad de nuestros actos y proponer otra forma de hacer las cosas con la que ambas nos sintamos más a gusto.

Por otro lado, existirán situaciones para las que no haya solución, simplemente se deba escuchar las diferentes opiniones, dar la tuya si no coincide y respetar: “Ah, pues nunca lo había visto de ese modo”, “puede que esto que has dicho me encaje bastante”, “La verdad que opino un poco distinto, pero es interesante escuchar nuevas formas de pensar”.

A la base de todo esto tenemos la asertividad, ¿has escuchado hablar sobre ella? Este concepto hace referencia a una comunicación efectiva, en la que se dice de forma clara y firme lo que queremos transmitir, pero a la vez se es respetuoso y empático tanto con el resto como con uno mismo.

Si siempre nos comunicamos de la misma manera, siempre obtendremos los mismos resultados. No se trata de decir que sí a todo, ni de buscar culpables, ni de juzgar opiniones, ni de dar la razón cuando no creemos que la tengan, se trata de respeto, empatía y aceptación.