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La piscina La piscina

La piscina

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Javier Silvestre

Ni el cambio de administrador, ni las constantes inundaciones de los garajes cuando llueve, ni siquiera las denuncias a los que subían al tendedero a hacer deporte durante el confinamiento. Nada, repito, nada hace echar más humo al grupo de Whatsapp de mi comunidad de vecinos que el dichoso tema de la apertura de la piscina. Somos más de 70 personas y todos los roles sociales están representados.

Tenemos a la abnegada presidenta, a la vecina cojonera que ejerce de presidenta en la sombra, al típico experto en todas las ramas legales y científicas habidas y por haber, al insoportable que no para de reenviar fake news no sabemos con qué oscuro propósito, a los que aprovechan para hacer de policía de balcón y, por último, a los que intentamos no meter baza para pasar desapercibidos lo máximo posible.

La regla de oro de estos grupos de Whatsapp es tenerlos silenciados. Siempre. Pero claro, cuando el debate se calienta y te pilla despistado, te puede dejar 300 mensajes sin leer en menos de tres minutos. La cifra se ha disparado este fin de semana con la enésima discusión sobre qué hacer con la dichosa piscina comunitaria y su apertura tras la pandemia.

Cómo estará el patio en grandes ciudades sin playa como Madrid que incluso se han creado aplicaciones móviles para reservar turno y bajar a refrescarse un rato a la piscina comunitaria. En otras comunidades de vecinos más analógicas han dividido los portales por colores y el día en franjas rotatorias. Cada vecino dispone de unos minutos al día para bajar la temperatura y volver a casa, aunque su turno es intercambiable con otra persona previo acuerdo. Es decir, vivirán un mercado persa pero del cloro.

En mi finca aún no está muy claro qué vamos a hacer. Unos dicen que no quieren pagar los gastos extras de abrir la piscina para meter el pie en el agua cinco minutos al día. Otros pasan del tema porque se van a su segunda residencia y desaparecerán hasta septiembre. Y el resto tenemos que votar cómo aguantar en Madrid, a 40 grados desde este miércoles, y con todas las piscinas,   ríos y pantanos rebosantes de limitaciones.

En la discusión sobre meterse al agua es donde afloran las bajezas humanas. Una vecina pide dividir el uso de la piscina por personas porque ellos son cinco en casa. Otro le responde que el tiempo debería de ser por pisos y no por el número de ocupantes de cada casa. Otra responde que sus hijos tienen los mismos derechos que el resto, a lo que el primero replica que se traerá a toda su familia de Getafe y así tendrá más tiempo que el resto. La presidenta intenta poner paz y recuerda que vivimos en una democracia en versión reducida y que habrá que votar. Sale el experto diciendo no sé qué leches de la protección de datos y un anexo al BOE del fin del esta de alarma que nadie encuentra. Otra vecina se lía y reenvia 23 fotos del cumpleaños de sus sobrinas al grupo.

Aparece entonces el que dice que no piensa pagar ni un euro más y que se cobre entrada a para ir a la piscina. La del ático le recuerda públicamente que aún debe dos derramas y se abre un melón digno de Sálvame. Entra en acción la presidenta a la sombra para recordar que bajo su mandato esto no habría pasado. De hecho, casi asegura que con ella no habría habido pandemia ni nada de eso. 

Yo tecleo y borro. Sigo leyendo lo que ponen, quiero dar mi opinión. Escribo. Releo. Borro otra vez. Ya les contaré si la sangre llega a… la piscina. Tengo que seguir leyendo el dichoso grupo de Whatsapp.