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Feliz verano Feliz verano

Feliz verano

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Javier Lizaga

Mi abuelo se sentaba a ver el informativo en el mismo sofa. Usábamos un gran botón del apoyabrazos para jugar al tres en raya, era parte del tablero. Sigo pensando que me hacía trampas porque yo ganaba demasiado, y, tal como va la vida, mosquea. Ni él ni yo podíamos suponer que el terreno de juego, el escenario de lecturas, confesiones y discusiones sería hoy, bajo una funda, el puesto de vigía mientras mi vastago decide dormirse. 

Con la misma perplejidad miraríamos a quien en enero nos hubiera dicho que este verano preferiríamos la piscina del pueblo a Formentera y que pasaríamos de buscar críticas de restaurantes de paellas, a preguntarle a nuestro padre por sendas para respirar aire puro. Hemos descubierto viejas aficiones, nuevas recetas. Dicen que en las ciudades grandes se dispara la venta de bicis, aquí se han engrasado los ciclistas y hasta los despertadores. Empieza a preocupar la de gentuza que no podemos dormir a las 7 de la mañana.

No todo son certezas. Hemos descubierto que podemos vivir sin los turistas, y que nuestra economía no marcha sin ellos. Respiramos aliviados cuando pensamos en los recortes que siempre sobrevuelan a médicos y profesores, pero ¿por cuánto tiempo? Los parques son una fiesta y los niños jugando una prioridad, pero las ciudades los llevan ignorando años. Los pequeños comercios de los pueblos han ganado una batalla pero tienen una guerra por delante. Hemos descubierto todo el poder de un libro o una buena película, pero los cines siguen cerrados y las librerías con la puerta entornada. 

Seguimos siendo los mismos, afirman convencidos, aunque hay quien lleva mucho más protegida la barbilla. Es precisamente nuestra afición por decretar la normalidad, la que hace sospechar que hemos comprobado que lo diferente no es anormal, sino una opción, una alternativa. Les recomiendo las rutas de los pastores trashumantes, los estrechos del Ebrón, un libro de Pedro Mairal y unas cervecitas con amigos. Feliz verano. Esto acaba de empezar. No hay amanecer que no sea optimista. Todos son una oportunidad de aprovechar el día. He de confesar que el sofá es incluso incómodo, pero creo que los cojines están rellenos de generosidad y paciencia.